ESTATUA-OLMEDO
EPISODIO 7- MECEDONIO FERNANDEZ
El bastón de Recienvenido
Desde que dejé olvidado mi perro, colgado en una percha del vestíbulo o metido en el
paragüero de una casa que visitaba, decidí reemplazarlo por una omato-compañía más
inseparable, pues personas de mucho éxito en la retención de sus varitas garantíanme no
recordar caso alguno de olvido de bastón, aparte de otros inconvenientes que no se
promueven entre bastones en los vestíbulos y sí entre perros.
Tan positivo aserto me extrañaba. Simplifiqué rápidamente la situación mental para llegar a
la verdad: olvido de comprar bastón, olvido de este mismo bastón y olvido de haberlo
olvidado, porque la memoria de olvidar no hace distingos y el que olvida un bastón sería
contradictorio que recordara haberlo olvidado y haberlo poseído.
Supongamos que yo (adoptemos la hipótesis en primera persona) he perdido o no un bastón.
Si usted por ejemplo (adopte usted la hipótesis; es justo que usted también sea obsequiado
con supuestos) presumimos que es mezclado con el pavimento por un automóvil...
Noto que usted es moroso en calzarse la hipótesis que le he brindado. Mientras espero que se
la pruebe, lector, para ganar tiempo me ocuparé de otra cosa, por ejemplo de...
En fin, no pretendo sino que, como acabo de hacerlo, las diferentes hipótesis que por
momentos exija mi relato sean turnantes, sin abusar asignándole a cargo de usted los peores
supuestos. Además, como suministrador de todas las hipótesis de mi libro y como el lector de
buen humor es el que ha hecho todas las reputaciones literarias, no haré caer sobre usted
ninguna hipótesis cruel sino cuando note que, algo soñoliento, está completando la horita de
sueño que le falta de anoche, libro en mano. Entonces mi hipótesis no será en su mente más
que un ensueño sin consecuencias. Yo también conozco los mejores locales y oportunidades
de completar sueño; un sueño abundante favorece mucho a la inteligencia, y es así que yo
dormía tanto, por ejemplo cuatro horas en casa y tres en laFacultad, que llamaba la atención
por mi despejo; hubo que inventar clasificaciones tan altas para estimularme, que yo las
pasaba cómodamente por debajo.
Con mi sistema se aprende más que faltando a clase. Sin embargo, un día primaveral en que
no asistí me resultó provechoso, pues supe tantas cosas de Juanita, la tercera prima de un
mucamo vecino, que con los dos tercios de parentesco que éste no usaba me enteré más del
Paraíso que oyendo la conferencia de Teodicea.
He aquí un prólogo cuya continuación depende del lector; se lo abandono. Pero el bastón, que
con esta interrupción ya parece funcionar como bastón perdido, vuelve a nuestro asunto.
Recienvenido lo había elegido de los más largos en una vidriera. La gran distancia a que
estaba el regatón de la empuñadura, hacía llegar a su portador de una vereda a otra más
pronto que sus congéneres comunes, y parte de la reputación de puntual que tenía
Recienvenido se debía a esta virtud de su regatón, de llegar un poquito antes; era, en fin, la
magnitud a que debía estirarse una varita de gusto, pues esas pequeñas que parece que no se
llevan, o que a cada paso el caballero las alza de la vereda, distraen a los botines de su tarea,
siguiéndoles una conversación como la del hombre de la esquina con el vigilante en el centro
de la calzada a medianoche, que perturba a éste en su trabajo de no estar en su casa, único
trabajo perfectamente continuo y por lo tanto delicadísimo que es dado al hombre efectuar.
Cuando lo dejaba en un paragüero, no trababa pelea de perros con
otros bastones, ni idilios con el pie de las sombrillas; le merecía tanta confianza a
Recienvenido que a veces, en asunto grave, éste iniciaba su discurso diciendo: "Yo y mi
bastón opinamos".
1922-CONTINUARÁ
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