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Amparo Estévez Saviza

- Considero que un espacio interactivo debe servir para comunicar, compartir y pasar momentos agradables que nos ayuden a pensar la vida como bella y en este caso específico a conocer a los escritores y poetas que en todo momento transbordan vidas diversas arte y sueños a nuestro corazón...
sábado, 30 de noviembre de 2013
EL CUENTO EN EPISODIOS -EL CUENTO EN EPISODIOS - El cuento contemporáneo -Jairo Echeverri García para Cuento Colectivo - FINAL
Tras buscarlo unos minutos, lo encontró en una de las habitaciones, sentado en el escritorio, escribiendo en el computador. Melissa se ubicó justo detrás de él. “Hola Jay”. Jay dio media vuelta en su silla de rueditas, sólo para encontrar a “Melissa” apuntándole al corazón. “Hazlo” dijo Jay “quiero que lo hagas Melissa. O debería decirte mejor «Angie», «Viviane» «Gloria»… ¿Cuál de todos tus nombres?”.
Melissa no lo podía creer. “Así como tú haces tu tarea, yo también hago la mía. Puedes dispararme, en el corazón además, como es tu sello, pero estarías disparándote a ti misma. Tú lo sabes y yo lo se”. En ese momento Jay se levantó de su silla y echó para un lado la pistola de Melissa. “La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella”, le dijo al oído. Tras un beso, la pistola de “Melissa” caería al suelo, sin que ella se diera cuenta.
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EL CUENTO EN EPISODIOS -EL CUENTO EN EPISODIOS - El cuento contemporáneo -Jairo Echeverri García para Cuento Colectivo - (Cuarta parte)
Jay llegó a la conclusión de que una buena forma de llamar la atención de una estudiante de arte, sofisticada pero a la vez bohemia como ella, era a través de su propio arte. Y fue así… por medio de señuelos presentes en sus piezas audiovisuales, hechas con mucha dedicación, sólo para ella, que un día Jay leyó el mensaje en su computadora “Jay Equinox, el aclamado productor/director/guionista/artista… ¿Obsesionado por una universitaria? Hay que respetar tu perseverancia. Al final de este mensaje encontrarás mi número”.
“¡Sí!”, celebró Jay apenas leyó el mensaje “con que la niña hace su tarea de investigar a las personas por internet… no se si me agrada o me aterra, a decir verdad, pero por lo menos ya ascendí de pseudo intelectual a intelectual”. Lo cierto era que cada vez las ganas de conocer a Melissa en persona aumentaban con cualquier interacción con ella, por banal que fuera.
Cuando llegó el día del encuentro, todo fluyó de maravilla. “Melissa” de hecho, además de ser una asesina profesional, también era una fanática del arte, la literatura y el buen vivir. Todas esas costumbres le habían sido forjadas desde hace muchos años en su entrenamiento. Melissa se daría cuenta con el tiempo de que para simpatizar con Jay, no necesitaba en realidad hacer mucho esfuerzo, con él era diferente que con sus otras víctimas, no tenía que actuar todo el tiempo.
La misión siguió por varias semanas y en todo ese tiempo Melissa recabó mucha información sobre su objetivo. Sin embargo, entre más recababa, más ponía en duda si ella estaba jugando para el equipo que era. Un día, mientras Melissa asistía a la inauguración de un teatro en la ciudad con Jay e interactuaba con sus amigos, pensó, sólo por un momento, cómo sería si en realidad viviera esa vida. Pensó en todas las razones por las cuales había terminado en ese negocio. Venganza, odios, traumas… ¿Podría dejar todo en el pasado? De verdad, quería hacerlo, sin embargo, eso era imposible.
Apenas Melissa se percató de sus pensamientos de forma consciente, los corrigió. “Tengo que pensar con cabeza fría” se dijo. Esa misma noche, mientras Jay dormía, Melissa hizo una llamada: “Hola… ¿Gregory?… es Melissa Massi. Creo que ya tenemos suficiente información sobre el sujeto. Este domingo me ha invitado a una cena, los dos en su yate. Allí pondré fin al asunto. Correcto… es correcto” y colgó.
Ese domingo el cielo estaba nublado y había un leve rocío. Melissa, en su apartamento, se arreglaba para la ocasión. Encima de su deslumbrante atuendo se colocó un gabán. El puerto naval estaba a sólo un par de cuadras. Se iría caminando, con su pistola con silenciador en el bolsillo interior izquierdo del gabán. Mientras caminaba por el puerto, casi llegando al yate de Jay, Melissa estuvo a punto de tener otro de sus pensamientos inusuales, pero, de nuevo, como una máquina, censuró esos pensamientos. Casi a la entrada del yate, los guardaespaldas de Jay saludaron a “Melissa” con una sonrisa “señorita Massi… siga adelante”, dijeron.
Ya estaba dentro del lujoso yate, pero Jay no estaba por ningún lado.

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