Día de los inocentes
El timbre sonaba y sonaba y entre sueños me daba la impresión de estar dentro de un estanque de agua. Se escuchaba lejos, apagado, pero sonaba. No cabía ninguna duda: alguien estaba detrás de la puerta. Otra vez el timbre volvía a sonar insistente, llamándome con su tintineo inacabable. Al rato, el sonido cesó. Volví a cerrar lo ojos y ahora el tintineo del timbre fue reemplazado por estruendosos golpes en la puerta de madera, uno, dos, cinco, diez. -No puede ser. Tengo que levantarme-. La cabeza me daba vueltas. Los excesos de la noche anterior habían cobrado su deuda en neuronas y ahora me costaba enfocar las pantuflas grises. Caminé tropezando con todo. Llegué a la puerta. -Va, va… Giré la llave, tomé el picaporte con fuerza y abrí. El porche estaba vacío. Pensé que todo había sido un mal sueño, pero al mirar hacia abajo cuando me disponía a cerrar, descubrí la nota. Prolijamente doblada en dos. Yacía a mis pies. Me agaché y la tomé en mis manos, me dispuse a leerla. Mil pensamientos pasaron por mi cabeza. Dudé. No podían ser buenas noticias. Lentamente separé las caras plegadas y pude leer en grandes letras rojas "Que la inocencia te valga". En ese momento recordé todo. Era 28 de diciembre y mis amigos... mis amigos no se olvidaron de mí. Al pie de la nota decía. "Feliz Cumpleaños... a quién se le ocurre nacer el día de los inocentes, un abrazo. Lucho, Pepe y Joaco". Cerré la puerta sonriendo por la ocurrencia de los chicos. Qué hora era?. Las once y media. El Sol entraba a rabiar por la ventanita de la cocina que da al río. Los benteveos cantaban su canto de amor y los horneros respondían para no ser menos. Una leve brisa hacia ondear los sauces llorones que parecían barrer con sus largas ramas el patio de tierra. El día era resplandeciente y podía verse a lo lejos la majestuosidad del riío de La Plata contrastando con el azul celeste del cielo despejado. Un timbre rompió el encanto de la mañana. El teléfono. Otra broma… Toda la vida había sido así. A quién se le ocurre cumplir años un 28 de diciembre?. -Hola-, -Hola-, sí, habla David. ¿Quién habla? ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Qué pasó? Quede inmóvil, estupefacto con la noticia. Rompí en llanto. ¡Justo el día de mi cumpleaños! El mundo se desmoronaba. Todo lo que podría haber sido un día inolvidable, en definitiva lo sería, pero no por la alegría del aniversario sino porque ese día, había muerto mi madre. No podía ser verdad. Mi madre. El mismo día en que yo nací, ella dejaba de existir. No, no podía ser. Lloraba y no podía parar. Mi mente vagaba buscando una respuesta. Una respuesta. Justo hoy, 28 de diciembre... ¿28 de diciembre? Me quedé pensando... mejor llamo a casa, me dije. Me enjugué las lágrimas, recuperé el aliento. No vaya a ser cosa que... –Hola… ¿Mamá?