OLMEDO
EPISODIO 10- -MACEDONIO FERNANDEZ
El "capítulo siguiente" de la autobiografía del Recienvenido
Recuerdo que en las primeras experiencias con la desmontable, el atacante quedaba con el
trozo de solapa en la mano tendida, como quien ofrece una muestra de género y por fin le
pegaba una estampilla y la echaba en el convincente color rojo del buzón: porque la tiesura,
redondez y sinapismado colorde un buzón concluyen con cualquier vacilación. La perfecta
necesidad de una solapa para entablar un "solo" la comprendí ya a causa de no haber visto en
las calles que se entablara con un caballero desnudo; y preví el infalible efecto de una
desmontable. Los "solos" de viva voz extinguiéronse; se refugiaron en las imprentas
originando aquel gran renacimiento literario, cuyo partero creo fui, y al que contribuí también
con mi autobiografía de recién venido; se dijo de mi libro que nunca había sido escrito antes,
tan extraordinario pareció. Pero tampoco nunca fue leído después, porque la suma seriedad
que se apoderó de mí al redactarlo dio a mis primeras páginas un tono tal de tercer tomo y
"continuará" que aquel lector que con sólo perseverar la lectura dos páginas, recuperó el
sueño, sonó que aún no había empezado a leer la "Autobiografía" (tanto era su sentimiento de
bienestar), fundando su ensueño en que no recordaba nada del primer tomo: las perseverantes
trescientas páginas que seguían se las hubieron con un lector dormido.
Quédame por computar las cosas desagradables que me atribuye el Editor como invitado
social. La apreciada señora a quien alude, muy al contrario, nunca me habló con desagrado;
ni volvió a invitarme a comer, pues era de mucha memoria y no necesitaba mi presencia para
recordarme siempre.
En cuanto al agujero que yo buscaba era uno que me había hecho en la mente una reciente
lectura; ya entonces continuaba escribiendo Maeterlink, precursor de Bergson, Bochme,
Noval is, y otro caso de memoria excesiva; ya también Leopardi había descubierto la maldad
humana; y... todavía no había quejas de mí: nadie había empezado a leer lo que sigue.
("Proa", 1924)
El capítulo siguiente (Pequeña nota del editor)
Señor Director de "Proa"
¿He acertado con el señor Borges? ¿Con el señor Güiraldes? ¿Con el señor Brandán
Caraffa?...
Y bien, soy el más obsecuente dirigido de usted y congratulándome del acierto con que inicio
el día pues su dirección en "Proa" es la que siempre prefiero leer, me redacto por su atento
servidor y comienzo con estas palabras:
¿Qué se me dice, señor Director? ¿Parece que "Proa" está bastante lázarocosta y que entre
este número y el próximo podrá circular holgadamente la eternidad? Si a"Proa" la hubieran
hecho darse vuelta, concluida su primera existencia podría ahora empezara vivir del lado del
revés. Para leer de este lado yo preparé a los lectores con aquel trabajito de metafísica, y
cuando en octubre se vea en todo detalle lo que es un número no salido, esmeradamente
abstenido, se sospechará por qué no publiqué juntos el artículo y su comprehensión,
reservando ésta para los ejemplares que por turno se alternarán en no aparecer hasta un
desconcertador último de la no existencia invariable de "Proa", que se hojearía doquiera con
el afán y la certeza, firme en todo ente sensible, de que el "ser" es la única posibilidad, de que
la muerte se vive también y tanto.
Yo traía completamente empezado el prometido capítulo y entraba a la Redacción cuando
Editor me alcanza a medias con la voz y me detiene todo con el brazo que le sale de ambos
hombros. "Proa" no sigue, me dice, hase decidido que el último número no contenga nada de
género "siguiente"; sino sólo conclusiones y abstenciones, a fin de que la entrega postrera
tenga catadura al mismo tiempo de última y de no salida. S u gran Capítulo Siguiente hágalo
doler en otra Revista...! Así me aturdió y distrajo dejándome en la puerta, fallida mi
esperanza de una publicación sin " nota" suya...
¡Qué hombre pesado! Para bien que se calle habrá que dejarlo decir. Agradecido a tal
tolerancia condesciende en llegar al estado de inacción oral al final; antes de eso no hay
silencio posible sino el ajeno. Francamente la noticia me sobresaltó como un café con leche
derramado y ya que se ha derramado yo le sacaré un provecho a la comparación que no se
esperaría de una catástrofe tan "completa". Colectando con la cucharita algo de azúcar y de
líquido hago a usted mi Director una pregunta: ¿Los números que no aparezcan serán más
fáciles de dirigir o al contrario será como cuando un "completo" se hace mantel y las puntas
líquidas avanzantes animadas de un gusto sin prevenciones por todas las posiciones y rumbos
del espacio se tiendan tan prontas y divididas que no hay que pensar en dirigirlas, tanto más
cuanto que, lo primero que han hecho es suscribir vuestro pantalón claro a su acontecimiento
y preparar una semana de prosperidad para las tintorerías en todos los trajes vecinos, a cuyo
socorro hay que acudir ante todo? Invariablemente, he notado, se ataca la inundación con
denuestos, pero en la nerviosidad del momento se asestan con trémula puntería y no tienen
eficacia para contenerla. Es un verdadero incendio, señor Director, en que no se sabe nada del
fuego.
Pues, deseaba mucho informar a la Redacción que la publicación de aquel fragmento de
Recienvenido en "Proa" me ha valido grandemente, atrayéndome numerosas órdenes o
encargos de rellenar vidas desconocidas por mérito a la especialidad de mi aptitud probada en
dichas páginas.
Varios parientes de personas ignoradas me han requerido para biografiar a éstas. Pero a
menudo sus estimadas órdenes llegan deficientes en datos acerca de las personalidades de
existencia y parentesco con ellos
ignorados, y debo prevenir en general que aunque muy gustoso sólo podré satisfacer sus
pedidos si, como mínimo, se me concreta el dato del lugar y fecha en que no se supo que
existieran. Así no correré el riesgo de confundir un desconocido con otro. De otra manera con
un sólo desconocido tendría para todos los solicitantes. Con este aviso me apago y soy de
usted amigo y atentísimo seguro servidor.
EL EDITOR.
Sobreviene dicho