La Virgen y la Vacas
Eran las cuatro de la tarde de un hermoso día de primavera. Estábamos reunidos en el arbolito a punto de iniciar la misa aniversario de la aparición de la Virgen de la Paz de Berisso. Una suave brisa del sur refrescaba la piel que el sol calentaba despacio. El templo improvisado tenía como techo el mismísimo infinito del cielo y el altar, como telón de fondo, un verde y llano campo salpicado de reses que pastaban por aquí y por allá.
Hace algunos años, Nuestra Señora de la Paz, se le presentó a una vecina de la ciudad de Berisso y entre tantas cosas que le pidió, quiso que, en un arbolito, que ella iba a indicar, la gente se juntara a rezar el Rosario. Así fue como, con su marido al volante de un viejo automóvil, recorrió el camino señalado y reconoció que ese, completamente dorado y lleno de pajaritos, era el árbol. A partir de ese día, cada vez más gente se acerca con mucha fe, a rezarle a la virgen.
El sacerdote, ataviado con atuendo verde y blanco saludó a los más de 50 feligreses y se dispuso a comenzar la ceremonia. En ese momento, mi hijo travieso de 3 años, enyesado por fractura de húmero, tropezó con una mata de pasto y al no poder apoyar el brazo izquierdo, dio de lleno con su boca en el borde de una alcantarilla y comenzó a llorar, por lo que, lo tomé en mis brazos y me dirigí hacia el auto que había quedado estacionado a la vera de la ruta que une la 11 con La Balandra. Me senté en el asiento del conductor y meciéndolo para que se calmara, se quedó dormido.
Así, tuve que seguir la ceremonia desde el vehículo, y comencé a observar una escena surrealista. Desde mi punto de visión, podía ver el arbolito, un Tala de 3mts de altura, bastante frondoso, a la derecha la gente y a la izquierda el campo. Bueno, esto no tiene nada de surrealista, pero de pronto me doy cuenta que todas las vacas que estaban desparramadas por la enorme extensión, se estaban congregando justo detrás del Tala. La impresión era que los feligreses estaban en misa de un lado y las vacas del otro. Me empecé a desesperar porque quería registrarlo con mi cámara fotográfica, que había llevado a propósito, ya que muchas veces, por no decir siempre, que se reza un rosario o se hace una misa en el arbolito de la virgen… algo pasa. Recuerdo por ejemplo un extraño arco iris alrededor del sol o una extrañísima nube vertical que parecía un ángel. Y las vacas seguían llegando de todas partes del campo, hasta que todas, absolutamente todas, calculo unas 200, quedaron frente al arbolito. En ese momento mi hijo mayor se acercó al auto para ver como estaba Juan Pedro y pude darle la máquina para que registrara todo. Las reses no se movían de allí, daban a lo sumo, unos pocos pasos, ninguna pastaba y en el momento mismo de la consagración, cuando el sacerdote levanta la Hostia hacia el cielo, una comenzó a mugir y no paró hasta que el cura descendió las manos. Pero si todo esto todavía no resultaba extraño, grande fue la sorpresa del final.
Faltaban unos pocos minutos para que terminara la celebración y Camila, mi hija menor se acerca al auto y me dice:
-Mamá quiere que lleves a Juan Pedro que van a hacer una bendición especial para los chicos-. Juan Pedro se despertó, le pregunté si estaba bien y me dijo que sí. Descendí del auto y mientras caminaba hacia el arbolito, miraba las vacas que comenzaban a irse hacia la inmensidad del campo. Al llegar frente al altar, la misa había terminado, le entregué a Juan Pedro a la mamá y esta lo alzó para que recibiera la bendición. Durante la misma, saqué algunas fotos y pude observar como todos los animales estaban pastando por ahí otra vez, igual a como lo habían hecho cuando llegamos. Una vez que todo terminó, me acerqué hacia un costado del Tala mirando hacia el campo y en el lugar mismo donde se habían congregado unas 200 vacas hacía escasos 10 minutos, no había quedado ni una sola. Yo no creo en los milagros, pero hoy…hoy no ha sido un día como todos…
DANIEL NAVARRO ESTÉVEZ
La Plata-Argentina