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Amparo Estévez Saviza

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Considero que un espacio interactivo debe servir para comunicar, compartir y pasar momentos agradables que nos ayuden a pensar la vida como bella y en este caso específico a conocer a los escritores y poetas que en todo momento transbordan vidas diversas arte y sueños a nuestro corazón...

viernes, 29 de noviembre de 2013

LA NOCHE - AmPaRoEsTeVeZ SaViZa ( Alondra Valey)


DE NOCHE
En la penumbra de refugios sollozados,
abrazos perdidos ciñen empapados,
orando infinitos verbos olvidados
palabras mustias y poses encorvadas
No duermen los fantasmas, ni los huesos
Se preparan a soñar y no se apartan

No dirimen controversias los acentos
No se ansían la paz ni las palabras
Se proclaman con las voces y en gestos,
los recuerdos de caricias inventadas
Y el placer de llorar sin los testigos
Que arrostran los oídos a los versos

Y se llega la mañana sin los besos
Con amarga saliva que trastorna
esperando que la ducha en caudales,
de regreso, traiga vida a las improntas
Sin las huellas de amores de la magia
Yacen en lívido rostro, las zozobras…
AmPaRo EsTeVeZ SaViZa
30/11/2013

ESPACIO PARA LAS CARTAS A VIVA VOZ - Pedro Salinas, Carta a Katherine Whitmore



-FOTO: Mis flores


Pedro Salinas, Carta a Katherine Whitmore

Madrid, 1 de agosto de 1932 (Manuscrita)

Desgarramiento. Una mujer, una Katherine, se queda allí, metida en aquel cajón de madera, entre seres desconocidos, frente a una noche triste e incógnita. Allí hay que dejarla. Fatalmente. Y la otra mujer, la otra Katherine, permanece invisible y presente a mi lado, se viene conmigo, alegremente colgada de mi brazo, mirándome en la mirada noble, pura y honda de siempre. No, en la estación, en la despedida no hay una separación simple de ser con ser, no, cada uno de nosotros nos separamos no de la otra criatura querida sino también de aquella parte nuestra que ella quiere y que se va con ella. ¿Verdad que anoche tú no te has separado de mí, ni yo de ti? Más bien yo me he separado de mí mismo, eso siento, y tú de ti misma. Y tengo, anoche, hoy, la sensación de andar entre fantasmas y sombras, con alguien al lado, a quien no puedo estrechar, pero que vive en torno mío, y se me escapa cada vez que quiero cogerlo. Sensación angustiosa y dulce a la vez, caricia desgarradora. Además, qué pena anoche, aquellos momentos últimos, atropellados por la estupidez y el desorden. ¡Qué ira sentí contra toda aquella gentuza innoble, qué ganas de látigo, de echarlos a todos, de hacerte sitio, un gran sitio, un tren sólo para ti! Al salir todos mis sentidos se complacían, ¿sabes en qué? En sentir en el bolsillo, junto al pecho, el bulto de tu carta. ¡Qué mentira eso de que el papel no pesa! Anoche el papel de tu carta me pesaba como la más hermosa y grave de las realidades. Lo sentía allí, en el bolsillo, como una prueba material de que eras, de que habías existido. Porque, ¿sabes?, empecé a dudar. A dudar de todo, de tu realidad, de la mía, del mundo, de los días recientes… Sólo el peso de tu carta en el bolsillo me servía de prenda, de prueba. Vivía yo en ese rectángulo de papel. Era el lugar más cierto del mundo. Y antes de poder abrirla, así, cerrada y en el bolsillo, tu carta era el puente con la vida, el sí que me daba la vida a la pregunta atormentada: «¿Soy? ¿Es? ¿Somos?». Sí, sí, sí. Todo, sí. Todo, sí, oye, todo sí. Y luego en mi cuarto la leí. La he leído. La leeré. ¡Cuántas delicias! Primero la delicia de ir aprendiendo tu escritura, tu letra, de tropezar en una palabra y descifrarla, por fin. ¡Tu escritura, un modo más de ti, una manera más de vivir tú! Primera carta tuya, en inglés. Júbilo, júbilo, alegría. ¡Sensación festival, inaugural, de promesa, de fiesta! No importa que toda tu carta esté teñida de una sombra de melancolía, tierna y suave. Así debía ser, así. Pero por encima de esa melancolía, hay algo que me da un gozo sin límite. Esto. «You have taken away the cynicism which was growing upon me.» ¿Es posible? ¿Tendré yo la suerte de ser elegido para en un momento difícil de tu vida salvarte de algo? ¡Qué gran justificación, ya, de mi papel a tu lado, de mi compañía! Ya no es por egoísmo, por lo que debo seguirte a lo lejos en la vida, es por bien tuyo. Soy capaz de serte espiritualmente útil. Y me preparo, ¿sabes?, ante esta espléndida tarea: ayudarte a vivir, arrancarte de las fuerzas negras, de los poderes sombríos que te amenazaban. Y eso por ti, no por mí, ¿sabes? ¡Oh, si tú me hicieras ese favor, dejarme que te sirva! Qué cosa más justa, que tú, que no imaginas tal entusiasmo por la vida, recojas, devuelto a través de mí, ese entusiasmo que es tuyo. No, no, tú no has nacido ni para el escepticismo cínico, ni para la frivolidad desengañada, no. No te rindas nunca a eso. No te puedo imaginar paseando tu spleen, por terrazas de grandes hoteles, con cualquier ser insignificante. Nunca. Cree en ti, cree en tu valor único, en tu distinción suprema, en la nobleza de tu alma. Y vive de ella. Yo de lejos, de cerca, te ayudaré. Hasta que no me necesites más. Y mira, no tengas temor, oye, de quitar a nadie nada, queriéndome, no. ¡Me lo dices tan delicadamente en tu carta! No, yo no soy ni seré peor para nadie por ti, no. Lo que tú me pides, lo que yo te doy en nada atenta a lo que debo a los demás. Tú en mí no serás nunca nada malo, nada que robe algo a alguien, no. No tengas miedo. Seré cada día mejor. Tú me has alumbrado una nueva riqueza y por eso lo que a ti te doy a nadie se lo quito. ¿Comprendes? Nunca sufras por eso. Eres pura, leal, clara. De ti sólo puede venir luz alta, luz de paraíso.

(Sin firma)

En los márgenes:

Adiós. Perdona esta carta tan larga y esta letra tan mala. ¿Sabrás leerla? Pero aún me parece que te he escrito muy poco. Quiero más, más, más. Gracias, gracias, siempre. Viviré dándote gracias. Hasta mañana, ¿sabes?, hasta ahora, te escribiré.

Las cartas de Pedro Salinas a Katherine Whitmore fueron editadas por Tusquets en el 2002.

EL CUENTO EN EPISODIOS - El cuento contemporáneo -Jairo Echeverri García para Cuento Colectivo - (Tercera parte)





Ella le contestó: “Esta bella, inteligente, sabia mujer… todo eso y muchas cosas más, se llama Melissa Massi y tiene que irse ya. Gracias por el libro”.

“Espera”, dijo Jay “¿Cómo te puedo contactar? Podríamos hablar de muchas cosas, entre ellas, el libro que tienes en las manos”. Melissa se rió y dijo “no acostumbro dar mis datos personales al primer pseudo intelectual que se me aparezca. Vámonos de aquí señor”, le indicó al taxista, después de haber humillado a Jay Equinox una vez más. Antes de perderla de vista del todo, Equinox pudo ver cómo Melissa, con una sonrisa, le guiñó el ojo. “Melissa Massi…” se dijo a sí mismo Jay “… es todo lo que necesito”. Caminó de vuelta al bar mientras se reía solo y repetía “no le doy mis datos al primer cliché pseudo intelectual que se aparezca. ¡Es un genio esa chica!”.

Apenas tuvo la oportunidad, Jay buscó por internet a “Melissa Massi” y dio con su perfil en la red social más popular de su país. Tras navegar por el perfil de Melissa por unos minutos, Jay pudo comprobar que de hecho él y ella tenían muchas cosas en común, sin embargo, el espectro de intereses de Melissa también era bastante amplio. “Me estoy armando muchas historias en la cabeza y ni he conocido a esta mujer. ¿Qué me está sucediendo?” pensaba Jay.

La verdad era que se desconocía. Por lo general, las relaciones de pareja que había tenido se habían dado por golpes de suerte, o porque era demasiado evidente la atracción de la otra persona hacia él. Esta era la primera vez que Jay iba a seguir lo que le decía su instinto, a pesar de haber sido humillado no una, sino dos veces por la mujer de sus intenciones.

Jay intentó escribirle un par de veces a Melissa, pero ella siempre parecía estar ocupada, o simplemente ignoraba sus mensajes. “Me guiña el ojo antes de irse y ahora me ignora. ¡Me va a volver loco!”. Después de varios intentos, Jay llegó a la conclusión de que una buena forma de llamar la atención de una estudiante de arte, sofisticada pero a la vez bohemia como ella, era a través de su propio arte

EL CUENTO EN EPISODIOS - El cuento contemporáneo -Jairo Echeverri García para Cuento Colectivo - (Segunda parte)





La fuente acertó, porque Jay Equinox llegó, como de costumbre, al café a eso de las 7 p.m. Mientras Jay charlaba con sus viejos compañeros del bachillerato, no pudo dejar de notar a la hermosa mujer de cabello marrón oscuro que tomaba café y leía un libro en la mesa justo en frente de él. ¿Qué estaría leyendo? Equinox se apresuró a llamar a uno de los meseros y le dijo que cuando la señorita del libro se fuera, le dijera que su cuenta había sido pagada por él. Unos minutos después, cuando la misteriosa mujer del cabello marrón oscuro pidió su cuenta, el mesero hizo lo que Jay había ordenado.

A lo lejos Equinox observaba cómo el mesero hablaba con la joven mujer, y después éste comenzó a caminar hacia donde él estaba. “Señor Equinox. Eh, me da algo de vergüenza esto, pero le daré el mensaje de la dama tal como me lo dio. La señorita de la mesa «Bretón» dice que algo que detesta es a las personas cliché y machistas. Que ella misma se ocuparía de su cuenta, pero que gracias de todos modos”.

Los amigos de Jay no pudieron controlar sus carcajadas. “Fuera de tu alcance Jay. Como te encantan”, dijo Dave, uno de sus amigos, en tono de burla. Jay sonrió de forma leve. En otra ocasión, se hubiera dado por vencido tras fracasar en el primer intento, así de tímido y orgulloso era, a pesar de su fama. Sin embargo, había algo especial acerca de esta mujer. Cuando ella se levantó de su silla, Jay la siguió con la mirada. Después, por casualidad, miró hacia la mesa donde había estado sentada y notó que había dejado su libro.

Equinox, movido por un impulso que jamás había sentido, se levantó de su silla, caminó rápidamente a la mesa donde estaba el libro, lo tomó y corrió hasta la salida. Antes de salir, alcanzó a ver el título del mismo “El retrato de Dorian Grey” por Oscar Wilde, uno de sus autores favoritos. Era indiscutible, esta era la mujer de sus sueños.

Cuando Equinox abrió la puerta del bar, vio que la mujer estaba a punto de tomar un taxi. Corrió hasta donde estaba y la agarró de un codo. “Oye, se te quedó esto” dijo “perdón por la escena cliché, estoy totalmente de acuerdo contigo, debí saber que las estrategias que uso con las chicas comunes no funcionarían con alguien, no sólo que lee, si no que lee a Oscar Wilde”.

“Muchas gracias por el libro” contestó ella “y estuvo mucho mejor tu segundo intento. Es además algo halagador que alguien que se cohíbe con más de dos segundos de contacto visual con una mujer a la que se nota a leguas que le atrae, haya tenido el coraje de seguir a la misma hasta acá. Te felicito”. Jay estaba impresionado. “Además de bella, rebelde, inteligente y elocuente, al parecer me conoces más de lo que me conozco yo mismo. ¿Me podrías decir tu nombre?” dijo Jay

EL CUENTO EN EPISODIOS - El cuento contemporáneo -Jairo Echeverri García para Cuento Colectivo (Primera parte)



Cuento escrito por Jairo Echeverri García para Cuento Colectivo.
Fotografía por Melody Meyer
https://www.pinterest.com/jairoecheverrig/

Dicen, en el mundo de los criminales, que una buena apariencia física es, sin duda, una ventaja para evadir las trabas que la legalidad y sus defensores imponen. La anterior, junto con la excelencia en el arte de matar, eran ventajas que la mejor asesina del mundo tenía cubiertas. “Angie”, “Carol”, “Nia”, eran algunos de sus alias preferidos y para su última misión, había escogido el alias “Melissa Massi”.

Melissa Massi era, según los estudios hechos por la misma asesina en mención –cuyo verdadero nombre nadie sabía-, el prototipo de mujer ideal para Jay Equinox, su objetivo. Equinox era un famoso personaje involucrado en el mundo del cine y el arte, cuyos últimos filmes de talante político, habían levantado sospechas del gobierno de derecha de turno.

Ya Equinox, por pura suerte, había sobrevivido a dos atentados y a una fuerte campaña con diferentes frentes de ataque, que tenía el único objetivo de hacer que éste colapsara y desistiera de su labor. Ninguna de esas estrategias fue del todo efectiva, por el contrario, hicieron que Equinox intensificara su labor y consiguiera, siendo él muy adinerado, un cuerpo de seguridad con los mejores del país.

En esta ocasión, algún político corrupto estaba enfurecido y quería no sólo la cabeza de Jay Equinox, si no información acerca de cada uno de sus movimientos. Para eso necesitaba la ayuda de profesionales; por lo tanto, sus oscuras fuerzas lo guiaron hasta una agencia de asesinos, aquella para la cual trabajaba nuestra mortal protagonista.

Después de meses de investigar y seguir al objetivo, esta seductora, inteligente y creativa asesina se inventó a “Melissa Massi”, un alter- ego más. De acuerdo a una comparación de perfiles de todas las ex novias de Equinox, era casi un hecho que a él le gustaban las mujeres fuera de su alcance, algo irónico porque él en el fondo era tímido. Además, su mujer perfecta debía poder sostener una conversación de igual a igual con él… debía compartir muchos de sus gustos, sin embargo, también era necesario que fuera independiente y tuviera gustos propios. Con respecto al fenotipo, no había un común denominador claro.

Fue después de haber recolectado toda esa información que nació “Melissa Massi”, la talentosa y sofisticada estudiante de arte. Ya “Melissa” lo tenía todo planeado. Su primer encuentro sería en un café llamado “Surreal” al cual Equinox asistía con frecuencia. De acuerdo a sus fuentes, allí estaría el jueves por la noche.

Atardeció sin tí