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Amparo Estévez Saviza

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Considero que un espacio interactivo debe servir para comunicar, compartir y pasar momentos agradables que nos ayuden a pensar la vida como bella y en este caso específico a conocer a los escritores y poetas que en todo momento transbordan vidas diversas arte y sueños a nuestro corazón...

sábado, 19 de julio de 2014

Roberto Fontanarrosa - Las malas palabras

LOS CUENTOS DE FONTANARROSA






Doña Rosa

CLARIN en Santiago, Chile

La Hermana Rosa está insoportable. Luego de su impactante seguidilla de aciertos en los resultados de los partidos, se ha declarado en "silenzio stampa" y se niega a recibir a la prensa. Es más, patea afuera de su casa los diarios que le dejan debajo de la puerta. Incluso a este cronista, a quien conoce desde niño por ser vecinos (y al que auguró un enorme futuro en la danza), le ha quitado el saludo. A la mentalista rosarina, asimismo, la tiene a mal traer el alejamiento de José Luis Chilavert. Sin ser demasiado explícita, desliza que la relación que mantuvo con el arquero paraguayo fue algo más que una amistad. "Y algo menos de lo que muchos están pensando", recompone, intencionada. Al parecer todo comenzó en una ocasión en la que Chilavert le elogió sus atributos de adivina. La Hermana Rosa entendió "divina" y allí se precipitaron los hechos. "José Luis me envía poemas desde Estrasburgo —admite la vidente, suspirando—. Y que nadie se sorprenda. Su mismo nombre indica su descendencia de poetas franceses: Chilavert, Prevert, Cambembert". No obstante, la pitonisa asegura que el gigante paraguayo no es feliz en tierras francesas, ya que no le permiten patear penales ni tiros libres. "José Luis no quiere pensar que eso obedezca a una actitud racista —explica— ya que los franceses nunca han discriminado a los extranjeros". De todos modos, la atención de la Hermana está centrada ahora en el partido de mañana. Ella guarda especial cariño por el país trasandino. Supo recitar, en una fiesta a beneficio, en el club Leña y Leña, allá por los sesenta, poemas de Violeta Parra. Actuación que algún crítico barrial calificó de "parricidio". Su mayor éxito era la "Mazurquica modernica" con aquéllo de "me han preguntádico muchas persónicas/ si peligrósicas para las másicas/ son las canciónicas agitadóricas...". La mentalista estuvo convencida, durante muchísimo tiempo, de que la letra de la canción estaba escrita en lengua mapuche, hasta nuestros días, cuando escuchándola cantar por el Serrat, le ha entrado la duda de que esa lengua no sea el catalán.

Gabino Uriarte es un hincha argentino que viaja hoy, en moto, hacia Chile a través del histórico Paso de Uspallata. No quiso viajar en avión pues se hablaba de un corte de rutas aéreas instrumentado por un grupo de piqueteros aeroestáticos. Uriarte piensa que, en estos días, un hincha debe tener el mismo nivel de dedicación obsesiva que Marcelo Bielsa. Por lo tanto, no ha dejado ni el más mínimo detalle sin estudiar. "Cerca de Santiago —informa— está la antigua bodega familiar Cousiño Macul, que tiene unas 370 hectáreas de viña. Sus principales vinos son el tinto ligero Don Luis, el Don Matías y el Antiguas Reservas Cabernet". Argentinos, a las copas.




Entre Chilavert y Violeta Parra
14/11/2000

DANIEL NAVARRO ESTEVEZ - Noche de plenilunio - CUENTOS BASADOS EN HECHOS DE LA VIDA REAL




Noche de plenilunio
La noche húmeda y pegajosa se cerraba sobre los autos que iban y venían por la ruta. Siempre me había gustado mirar las estrellas por la luneta trasera, pero ese día, un resplandor blanquecino opacaba el aire y no podía verse la Vía Láctea en todo su esplendor. Allá estaba Orión. Las tres Marías. La roja era Belatrix. Aquella, Sirio. La luna completa, redonda y blanca se alzaba casi en su cenit y le daba al campo una lúgubre luminosidad lechosa. Los árboles que cortaban el horizonte parecían gigantes terroríficos a punto de echarse sobre nosotros. La música suave de Enya le daba a la escena una atmósfera de dulce melancolía de la que disfrutaba relajadamente con la cabeza apoyada en el vidrio de la ventanilla. Alguna luz allá a lo lejos indicaba que había vida en un paisaje que parecía de muerte. Cuando por un rato no cruzábamos ningún auto, la vista se acostumbraba a la luz cenicienta y se podían distinguir las siluetas de los animales. De vez en cuando miraba hacia adelante entre los asientos donde viajaban mis padres y me gustaba adivinar si aquello que venía a lo lejos era un camión o un ómnibus de larga distancia. El sueño jugaba conmigo y no quería entregarme pero… me ganó la partida. Cuando desperté, percibí un pandemónium a mi alrededor, alguien gritaba, alguien lloraba. No podía hablar, ni abrir los ojos, ni mover mis brazos ni mis piernas. Un dolor agudo me hería el pecho y en un segundo comprendí todo. Nunca más olvidaría esa terrible noche de plenilunio.