EPISODIO 3-I. PAPELES DE RECIENVENIDO-MACEDONIO FERNANDEZ
Recordará el lector que al empezar este libro me di un golpe y tomé la pluma para
detallar que por efecto de él -como el suelo está al alcance de todas las personas, no
faltará al lector ocasión de verificar la exactitud del síndrome a posteriori de un golpe-,
podré decir con solemnidad: los signos premonitorios o semiológicos de haberse dado
un golpe, son: tumefacción en la región receptora, gran número de espectadores que
antes estaban ocupadísimos a varias cuadras de allí, tres vigilantes a pitadas
alternantes... (Estos vigilantes no pueden arrestar a un golpeado sin traer mucha gente.)
Pero me temo que estos paréntesis van a cansar al lector más aún que si se tratara de un
libro consagrado como la Divina Comedia o el Paraíso Podado u otra obra bostezable
como las quej umbres de Fray Luis de León o del constante inocente Leopardi... Sin
embargo, estoy con León: hay que huirle a los voluminosos dorados y artesonados y
buscarse asiento alejado donde le caigan a otro (me acuerdo cariñosamente del
prójimo) o entrar en salones donde ya se hayan caído o en el que el artista haya
esculpido en el piso las peligrosas comisas. El suelo no cae encima: es el mejor adorno
de una casa y por eso en la Antigüedad, tiempo de las cosas bien hechas, se colocaba un
suelo a los edificios haciendo juego con el techo y en dirección opuesta, de manera que
el que penetrara -los edificios no son impenetrables- en ellos, tenía el gusto de ignorar
continuamente si había puesto los pies -e1 cojo Agesilao ponía un pie y una muleta, y
se le perdonaba cojear porque se había hecho querer-en el cielo raso o en el piso. Esto
ofrecía la ventaja, nadie me lo va a creer, de... Pero se me ha olvidado esta ventaja:
debo haberla leído en algo que se ha escrito y en el afán de pasarle el libro a otro no he
retenido bien el párrafo. Lo que es difícil de retener es al lector: ¿por dónde andará
ahora? Uno, al menos y sin pretensión, necesito cada vez. Al principio lo había
conseguido y no he sabido cuidarlo. Es inmodesto, y quizá le incomodará, haber topado
con el único libro en que solamente el autor habla. En lo que precede puede haberme
desconceptuado, pero las próximas páginas me acreditarán de escritor agradable, nada
genial ni erudito y muy conocido.
(Escrito en una aldea donde la recienvenidez, de solo una vez, no se le saca uno nunca.
En Buenos Aires, que estima inverosímil haber vivido hasta los treinta o cuarenta sin
conocerla, por lo que hay que sacarse pronto la recienvenidez tardía, todo el primera vez
llegado, que conoce en los semblantes el mal gusto del no haber nacido en ella, se
apresura a dar una instruidísima conferencia sobre "La Argentinay los argentinos" tres
díasdespués de desembarcado.
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