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Amparo Estévez Saviza

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Considero que un espacio interactivo debe servir para comunicar, compartir y pasar momentos agradables que nos ayuden a pensar la vida como bella y en este caso específico a conocer a los escritores y poetas que en todo momento transbordan vidas diversas arte y sueños a nuestro corazón...

martes, 3 de diciembre de 2013

CARTAS INOLVIDABLES (Del 2008) Alondra VALEY




Año 2008


QUERIDO PAPÁ:

Hoy he sentido la necesidad de escribirte. Al morir el abuelo pensé en muchas cosas. Tú te encuentras tan lejos, en ese país que ya detesto por detenerte allí. Motivos de trabajo te separaron de nosotros. Pelito solo tiene ocho años y no se da cuenta. Yo con doce sé que nunca vas a volver. Sabes, a mi no me importa que vengas a visitarnos una vez por año. Es más, desearía que nunca volvieras, porque cada vez que te vas y te noto deseoso de ver a los otros hijos que tienes allá, me dan ganas de pegarte o patearte. Sabes, cuando uno de los hijos , allí te pregunte cosas de la vida…me gustaría que te dieras cuenta que mamá sola no puede cumplir tu papel. Apenas puede con ella, sus trabajos, los asedios de hombres que no la quieren bien. No importa, todavía no llegó el adecuado, pero cuando eso pase, yo le voy a decir "papá" Trataré de mirarlo con buenos ojos si noto que mamá está enamorada de él. Si ese momento nunca llega, quiero que sepas papá, que será la última vez que te llame así. Para mí ya eres un desconocido porque las preguntas que tendría que hacerte hoy, ya serán respuestas tardías e inútiles mañana. Sabes: el abuelo le dijo a mamá " Perdóname hija por abandonarte, me tengo que ir, ese hijo que tienes me reemplazará" Mira que responsabilidad. Sabes, por suerte no seré como tú, seré como el abuelo.
FEDERICO
AUTOR: ANÓNIMO

JOSÉ MARMOL - POESIA DOMINICANA José Mármol POEMAS de José Mármol




José Mármol Nació en Santo Domingo, República Dominicana, en 1960. Estudió filosofía y linguística aplicada. Profesor y coordinador de la cátedra de filosofía en prestigiosas universidades dominicanas. Fundador y director de la Colección Egro de Poesía Dominicana Contemporánea. Ha publicado los siguientes poemarios:

El ojo del arúspice (1984),
Encuentro con las mismas otredades I (1985),
La invención del día (Premio Nacional de Poesía 1987),
Encuentro con las mismas otredades II (1989),
Poema 24 al Ozama: acuarela (plaquette con grabados de Rufino de Mingo, Madrid, 1990),
Lengua de paraíso (Premio Pedro Henríquez Ureña 1992),
Deus ex machina (Premio de Poesía Casa de Teatro 1994 y Accésit al Premio Internacional de Poesía "Eliseo Diego", Excelsior, México, en ese mismo año),
Lengua de paraíso y otros poemas (1997) y
Criatura del aire (1999).
En prosa ha publicado Monografía sobre Rufino de Mingo (en colaboración con José David Miranda, Madrid, 1991), Etica del poeta, escritos sobre literatura y arte (1997) y Premisas para morir, aforismos y fragmentos (1999).



poema 24 al ozama: acuarela

superficie de luces agotadas donde apenas el sonido de la sombra suena. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. el ozama que fluye por cada objeto a la deriva es una historia. el ozama que sube del fondo de la noche hacia mi palabra. un pez flota suspenso entre la imaginación y un escarceo brillante de hojas secas. el ozama refugio del miedo de la noche y de toda la pobreza de unos hombres. largo testimonio de secretas temporadas de amor y de todo excremento vertedero. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo invernal. cuando en la orgía de las horas oscuras no queda diferencia y el amanecer estalla en su maravilla cotidiana. cuando el silencio penetra el aire ancho y el murmullo de los troncos y las piedras. el río que hay en el ozama empieza a sudar leche de luna y baba. empieza a mostrar sus ahogados. sus ángeles suicidas. sus dioses imperfectos. sus luases orinados. sus vírgenes violadas por murciélagos y sapos. los lanchones de hueso dejan la superficie cantando su retorno hacia lo profundo. todo mi cuerpo. toda mi memoria contenidos por el río que corre en el ozama. todo mi ser desgonzado y transido. superficie de luces diluidas donde ya no se oyen las rancias velloneras. yo te nombro ciudad irreal hundida en la penumbra de un recuerdo fatal. bañarse de símbolos a la playa de las aves. de los peces distantes. de las olas vidriosas y el color de la sal. a la playa de los seres. de los niños. de los perros realengos yo no voy. me quedo en esta playa innombrable del lenguaje. en esta que inmóvil me baña de sonidos. en esta que compone. en esta que ha engendrado razones de color. en la playa de los símbolos me solazo y desgonzo. en la playa que se expande por tu boca cuando me hablas.

INFORMACIÓN:
Río Ozama
El Ozama es un río que nace en la Loma Siete Cabezas, en la Sierra de Yamasá, República Dominicana. Debido a su profundidad es considerado el cuarto río más importante del país. Abarca 2.686 kilómetros cuadrados y recorre 148 kilómetros. Wikipedia
Longitud: 148 km
Cuenca hidrográfica: 2.685 km²
Boca: Mar Caribe
País: República Dominicana

O BIEN FORTALEZA OZAMA, también en el CARIBE

Las obras de JOSÉ MÁRMOL - AMALIA



RESÚMEN DE "AMALIA"

Amalia

El poeta argentino José Mármol, famoso por sus versos contra el tirano Rosas, es el autor de esta popular novela romántica americana. Sin ser propiamente una novela histórica, pues describe un ambiente contemporáneo del autor (la ciudad de Buenos Aires durante el terror de 1840), se la considera tal porque el autor mezcló en la acción narrativa una abundante, y quizá excesiva, crónica de los sucesos políticos y militares contemporáneos, y también por la gran sugestión que ejerce sobre el lector todo cuanto concierne a la época de Rosas, eminentemente histórica por su dramatismo.

Amalia es así un idilio acabado trágicamente y a la vez un cuadro político-social de la larga dictadura de veinte años derribada en 1852. Empezó a publicarse en folletín del periódico "La Semana" en 1851, en Montevideo, ciudad en donde vivió expatriado el autor; la edición completa, con supresiones y muchos agregados de carácter documental, apareció en Buenos Aires en 1855.

La acción novelesca comienza la noche del 4 de mayo de 1840. Cinco hombres intentan huir de Buenos Aires, para incorporarse al ejército libertador que se está formando en la Banda Oriental. Una ballenera debe esperarlos; pero, engañados y delatados por el guía, son asaltados por una partida de jinetes de la policía de Rosas. De los cinco, cuatro caen muertos en la lucha; uno, Eduardo Belgrano, alejándose del grupo, se defiende valientemente con la espada y cuando, malherido, está a punto de ser degollado, lo salva la providencial llegada de un nuevo personaje, Daniel Bello.


José Mármol

Éste lleva al herido a casa de Amalia, prima de Daniel. Amalia, natural de Tucumán, vive en una quinta apartada de la ciudad, cerca de la barranca donde se produjo la tragedia. Tiene poco más de veinte años, es viuda, rica, hermosa, inteligente y lee a Lamartine. Belgrano, sobrino del ilustre general de la Independencia, es joven, apuesto, culto, y traduce versos ingleses. Daniel Bello, también apuesto y elegante e hijo de un amigo de Rosas, está relacionado con todas las personas allegadas al tirano, a quien aborrece, pero del que se finge, para sus fines, adicto fervoroso. Espíritu travieso y alma generosa, es el "deus ex-machina" de la intriga, el que mueve todos los hilos y resuelve todas las dificultades, con astucia y valor extraordinarios, sacrificando escrúpulos.

Entre Amalia y Eduardo Belgrano, refugiado en la quinta, nace durante la convalecencia un amor apasionado y puro. Descubierto el paradero de Eduardo por la sagacidad de la cuñada de Rosas, María Josefa (mujer perversa que recibe las delaciones de la servidumbre de la ciudad), empiezan las zozobras de los dos amantes, a través de gran variedad de episodios en que el ingenio de Bello consigue desviar momentáneamente las sospechas que se ciernen sobre Belgrano y Amalia.

Los sucesos imaginarios se mezclan con acontecimientos reales, los personajes inventados con los históricos. Aparecen así el tirano y su círculo familiar, el ministro Arana, de Relaciones Exteriores, la ya nombrada María Josefa Ezcurra, el ministro inglés Mandeville, el sabio y abnegado médico Diego Alcorta, el sanguinario comandante Cuitiño (fusilado después de la caída del tirano), o Nicolás Mariño, gacetillero de Rosas y siniestro jefe del cuerpo de serenos, a quien el novelista finge poseído de una torpe pasión por Amalia. Y otros personajes como Salomón (bárbaro presidente de la Sociedad Popular Restauradora, más conocida por la Mazorca), el jefe de policía Victorica, y otros figuras de Buenos Aires y de Montevideo cuyo nombre está vinculado a aquella época.

Especial indulgencia muestra el autor por la bella hermana de Rosas, Agustina, joven esposa del general Mansilla, y muy particularmente por la hija del tirano, Manuelita. Ha sido el novelista uno de los que más han contribuido a rodearla de la legendaria fama de bondad, sacrificada a los caprichos del padre, de que ella goza todavía. Entre los personajes inventados, los principales son Florencia, novia de Bello, y dos figuras de abultados rasgos cómicos: doña Marcelina, una tercera, y don Cándido, viejo maestro de primeras letras, enfático y miedoso.



El autor hizo entrar en la ficción, disfrazados también, recuerdos de las vicisitudes personales pasadas antes de su destierro. El desenlace es trágico. En el mes de octubre, el terror se desencadena más violento que nunca sobre la ciudad, amenazando todos los hogares. Belgrano, después de encontrar cordial asilo en el consulado norteamericano, decide casarse con Amalia y fugarse la misma noche a Montevideo, donde se le reunirá su esposa.

Pero, celebrado secretamente el casamiento en la quinta, cuando está por partir, irrumpe en la casa una partida de mazorqueros; se entabla terrible lucha; muere el fiel y viejo criado de Amalia y muere Belgrano. En ese instante un anciano aparece gritando: "¡Alto, alto, en nombre del Restaurador!" Es el padre de Daniel. Su intervención suspende la lucha, pero Amalia ha doblado exánime la frente, quedando tendida junto al ensangrentado cadáver de su esposo, y Daniel ha caído también sin voz y sin fuerza en los brazos de su padre. El breve epílogo permite suponer que ni Amalia ni Daniel murieron esa noche.

La idealización romántica, exagerada, según las fórmulas de la escuela, en las prolijas descripciones y en los coloquios entre los dos amantes, se entrelaza con la crónica de costumbres; la escena trágica con el diálogo vivaz y con el apunte cómico y aun caricaturesco. Por su inspiración, Amalia deriva de las novelas folletinescas francesas entonces en boga; para los argentinos sigue siendo un documento, aunque parcial y polémico, sobre la tiranía de Rosas. A pesar de sus defectos de construcción, de estilo y de verdad psicológica en algunas situaciones, es un libro lleno de color, amenidad, interés, patetismo y emoción patriótica. Ha pasado con éxito al teatro y al cinematógrafo argentinos.

http://www.biografiasyvidas.com/obra/amalia.htm

JOSÉ MARMOL - Biografía









Biografía

José Mármol nació en la ciudad de Buenos Aires en 1818. Aunque hizo estudios de derecho en esta ciudad, no los terminó; llevado, sin duda, por el entusiasmo con que se dedicó a la política y los azares a que ésta sometió su vida. En 1839, cuando apenas comenzaba a actuar en la vida pública, aunque ya había logrado notoriedad' * fué detenido durante seis días con incomunicación y engrillado. Un año y medio más tarde, no hallando segura su vida, Mármol se expatriaba a bordo de una goleta francesa que lo llevó a Montevideo. Allí trabó íntima relación con todos los proscriptos, apenas llegado. Juan Bautista Alberdi, Florencio Varela, Esteban Echeverría, Juan María Gutiérrez, Miguel Cané, lo acogieron con simpatía. Tres años duró aquel período José Mármol de su vida en el Uruguay. Se vio obligado a interrumpirlo, huyendo del peligro que para él significaba el sitio de Montevideo por tropas de Oribe, amigo de Rosas. Dirigióse a Río de Janeiro. Residió en la capital carioca hasta febrero de 1843, fecha en que salió a bordo de la Rumania, rumbo a Chile. Pero no pudo llegar a su destino por impedírselo las tempestades, que casi hacen zozobrar la embarcación. Después de dos meses de luchar con las olas, arribó de nuevo a Río de Janeiro. En esa ciudad estuvo hasta 1845, en que regresó a Montevideo, de donde volvió a Buenos Aires a la caída de Rosas. Durante trece años había vivido fuera de la patria. Ésta lo eligió, primero, senador en la provincia de Buenos Aires, y luego diputado nacional. El cargo de ministro plenipotenciario, que no pudo desempeñar en Chile por la ruptura de Urquiza, que lo había nombrado, con Buenos Aires, lo desempeñó más tarde en el Brasil. Fue, a partir de 1868, director de la Biblioteca Nacional, hasta que, afectado de un grave mal a la vista, se retiró de toda actividad. Murió en 1871. Una vida tan accidentada como la de Mármol no pudo menos de influir en la obra literaria que realizó, sobre todo dado su temperamento y género de inspiración, que lo alistaban entre los románticos. Descolló sobre los poetas de su tendencia, significándose como el de más fuerza expresiva y cuerda más variada. Su misma vida le dió los temas y vivió tan intensamente, que sus obras desbordan apasionamiento. Donde éste alcanza expresiones más violentas es en los trabajos periodísticos, que realizó activamente durante todo el tiempo de la expatriación; fundó en Montevideo tres periódicos; el más importante, La Semana- y colaboró en muchos otros. Alcanzó en todos brillante notoriedad, no tanto por la norma, siempre descuidada, ni por la variedad de las ideas, repetidas con monotonía, sino por la virulencia y la constancia con que atacó a Rosas y sus amigos, de cuya política se convirtió más tarde en acusador máximo. Al lado de su labor de publicista político está la de poeta lírico, dramático y novelista, realizada también durante su ausencia de la patria. En Montevideo publicó (1847) seis cantos del poema El Peregrino, que debió tener doce, compuestos al compás de sus andanzas y, aunque inspirados por el Childe Harold, de Byron, completamente autobiográficos y llenos de episodios auténticos, como el de la tormenta en alta mar, que Mármol sufrió a bordo de la Rumania. Explayó en este poema sus condiciones de pintor y sus sentimientos amorosos. Hállanse, sin embargo, estrofas llenas de colorido y pasajes amatorios plenos de delicadeza al lado de pasajes desordenados e irregulares, carentes de belleza, e imprecaciones políticas nunca ausentes en la obra de Mármol, cualquiera sea su género. Las composiciones líricas, íntimas, producto de su reacción ante la naturaleza y los sentimientos humanos, agrupándolas en Armonías (1851), también publicadas en la capital uruguaya. Ellas lo señalan como poeta nato por su musicalidad y facilidad. En 1844 había dado a las prensas la primera parte de Amalia cuya segunda parte apareció años después en Buenos Aires, novela de costumbres, de la cual se habla en otro lugar, y autobiográfica, que ha hecho popularísimo junto con sus alejandrinos de la famosa maldición "A Rosas, el 25 de Mayo de 1843"- el nombre de Mármol. Publica, además, en 1851 El Cruzado, drama que en unión de El Poeta, estrenado en 1847, constituye su producción del género, y con la que contribuyó a dar continuidad al teatro argentino. Ni su citada novela ni estas dos obras se apartan de la desigualdad que es característica en Mármol. Junto a excelentes páginas se encuentran otras insignificantes. Las influencias que se descubren en Mármol son, además de Byron, ya citado, Chateaubriand, Espronceda y Zorrilla. El primero, al explayarse en magníficas descripciones de la naturaleza americana, señaló a los poetas de este lado del Atlántico un inexplorado camino que muchos emprendieron, Mármol entre ellos. Los dos vates españoles, por su verbalismo, frondosidad e imaginación, tenían identidad de condiciones con el autor de El Peregrino, y como soles mayores necesariamente debían atraerlo.



http://www.oni.escuelas.edu.ar/olimpi97/literatura-argentina/autores/M%C3%A1rmol/modelo.htm

FEDERICO EN BUENOS AIRES - Federico García Lorca- (.elhistoriador.com.ar)





FEDERICO GARCÍA LORCA



Federico, poeta en Buenos Aires
Autor: Felipe Pigna
En medio de debates en su país de origen sobre la conveniencia de la exhumación de su cadáver enterrado por sus asesinos franquistas en una fosa común, la magnitud de su obra no se somete a polémicas sobre exhumaciones, porque está entre nosotros, viva. La vitalidad de Federico, su sana rebeldía estalla en cada verso, en cada diálogo de sus obras que pintan mundiales aldeas de mujeres sometidas y de las otras, de Bernardas Albas y Marianas Pinedas. Los temas de Federico, uno de los mejores exponentes de la generación del 27, eran los de su pueblo andaluz: el amor y la muerte, materia prima de la su “Romancero Gitano” y de sus obras de teatro que quiso llevar con su grupo “La Barraca” por todas las plazas de España para que las vea el pueblo. Le tocó vivir años interesantes, apasionantes. Vivió en aquella residencia universitaria de Madrid junto a Picasso, Dalí y Buñuel, leyó toda la poesía que pudo y a la otra, la del pueblo la escuchó en las calles y en los tablaos, la “conversó” con su gente del “jondo”. Quiso ser intensamente libre y amar como el quería que era como prohibía la doble moral tradicional que lo condenaba y lo llamaba Federico García “Loca”. Estuvo en Nueva York en aquellos meses de 1929 que preanunciaban la crisis y que le hicieron escribir: “El mascarón, ¡mirad el mascarón! Cómo viene del África a Nueva York! El mascarón bailará entre columnas de sangre y números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados (desocupados) que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡Oh salvaje Norteamérica! ¡Oh impúdica! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto ¡Ay, Wall Street!”. Muy cerca de la mítica calle de la pared, desde el último piso del hasta entonce edificio más alto del mundo, Federico lanzó su desgarrador “Grito a Roma” dirigido al Papa: “Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino, ni quien cultive hierbas en la boca del muerto, ni quien abra los linos del reposo, ni quien llore por las heridas de los elefantes. No hay más que un millón de herreros forjando cadenas para los niños que han de venir. No hay más que un millón de carpinteros que hacen ataúdes sin cruz. No hay más que un gentío de lamentos que se abren las ropas en espera de la bala. El hombre que desprecia la paloma debía hablar, debía gritar desnudo entre las columnas, y ponerse una inyección para adquirir la lepra y llorar un llanto tan terrible que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante. Pero el hombre vestido de blanco ignora el misterio de la espiga, ignora el gemido de la parturienta, ignora que Cristo puede dar agua todavía, ignora que la moneda quema el beso de prodigio y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.”
Cuatro años más tarde, el 13 de octubre de 1933, Federico llegaba a Buenos Aires desde Barcelona a bordo del barco “Conte Grande”. Según uno de sus más destacados biógrafos, Ian Gibson, aquí fue feliz y conoció por primera vez el éxito y el reconocimiento unánime de la crítica y el público que llenó durante meses la sala del Teatro Avenida para disfrutar de “La zapatera prodigiosa”. La había estrenado en 1930 con la notable compañía de Margarita Xirgu, en el Teatro Español de Madrid, pero diría Lorca: “En realidad su verdadero estreno es en Buenos Aires y bailada por la gracia extraordinaria de Lola Membrives con el apoyo de su compañía.” El éxito de la “Zapatera” se sumó al de “Bodas de sangre que motivó esta carta a sus padres: "....ya se celebró el estreno de Bodas, que constituyó por la prensa que os mando por barco un verdadero escandalazo. Yo no he visto en mi vida una cosa igual de entusiasmo y cariño. El gran teatro Avenida es como diez veces el teatro Español de Madrid y estaba totalmente ocupado por una muchedumbre...".
Federico brindó varias conferencias en Buenos Aires, la primera, a poco de llegar en “Amigos del Arte” sobre “Juego y teoría del duende” en la que le regaló al público argentino estas palabras: “El dirigir la palabra esta noche al público no tiene más objeto que dar las gracias bajo al arco de la escena por el calor y la cordialidad y la simpatía con que me ha recibido este hermoso país, que abre sus praderas y sus ríos a todas las razas de la tierra. A los rusos con sus estrellas de nieve, a los gallegos que llegan sonando con ese cuerno de blando metal que es su idioma, a los franceses en su ansia de hogar limpio, al italiano de con su acordeón lleno de cintas, al japonés con su tristeza definitiva. Pero a pesar de esto, cuando subía por las ondas rojizas y ásperas de cómo la melena de un león que tiene el Río de la Plata, no soñaba esperar, por no merecer, esta paloma blanca temblorosa de confianza que la enorme ciudad me ha puesto en las manos; y más que el aplauso, agradece el poeta la sonrisa de viejo amigo que me ofrece el aire luminoso de la Avenida de Mayo. En los comienzos de mi vida de autor dramático yo considero como fuerte espaldarazo esta ayuda atenta de Buenos Aires que correspondo buscando su perfil más agudo entre sus barcos, sus bandoneones, sus finos caballos tendidos al viento, la música dormida de su castellano suave y los hogares lindos del pueblo donde el tango abre en el crepúsculo sus mejores abanicos de lágrimas.”
Aquí Lorca vibró con el tango y se fascinó con el sonido único del bandoneón en aquellas interminables noches en la Peña del Tortoni, donde se reunía los artistas y poetas de la Bohemia porteña como Raúl González Tuñón . Por aquellos días conoció y escuchó cantar a Gardel, al que le dijo “en la ciudad del tango tengo la fama de un torero”. También compartió largas charlas con el cónsul chileno en Buenos Aires: Pablo Neruda y organizó con él un homenaje al enorme nicaragüense Rubén Darío que se convierte en un libro con dibujos de Lorca. Federico se enamoraba de aquellos aires buenos, de los bolichitos donde prefería el vodka ruso, en uno de ellos les leyó a sus amigos “La casa de Bernarda Alba”, que llevaba el subtítulo de “drama de mujeres en los pueblos de España” y pensaba estrenar en Madrid. En su habitación 704 del Hotel Castelar siguió escribiendo “Yerma” que le tenía prometida a Lola Membrives.
Lorca habló por teléfono a España desde los estudios de Radio Splendid en aquel emocionado saludo, uno de los pocos registros de su voz, puede escucharse: "Nadie sabe, ni se imagina, la emoción simple y profunda que rodea mi corazón como una corona de flores invisibles al saber que en estos instantes mi voz se está oyendo en América y que, sobre todo, está vibrando en Buenos Aires enredada en el gran altavoz del bar o disminuida en la pequeña radio que tienen en su cuarto de estudiante o la muchachita que hace escalas en su piano. ¡Salud, amigos!"
Federico dejó Buenos Aires el 27 de marzo de 1934 extrañándola: “Y es que Buenos Aires –decía- tiene algo vivo y personal; algo lleno de dramático latido, algo inconfundible y original en medio de sus mil razas que atrae al viajero y lo fascina. (…) Me voy con gran tristeza, tanta, que ya tengo ganas de volver.” Le escribía a su padre: "Buenos Aires es una ciudad maravillosa. Es como me gustaría que fuera España: cosmopolita, llena de amigos, desprejuiciada, tumultuosa, desbordante de vida y de cultura. Mientras en Madrid silban y patalean cuando no entienden una obra, en Buenos Aires te agradecen la dificultad, les gusta exigirse. Son un público maravilloso. De Londres, de París y de Nueva York me fui casi disfrutando de la partida, pero sufriré mucho al dejar Buenos Aires. Ahora pienso en los días de nostalgia que voy a pasar en Madrid recordando el barro fresco, olor de búcaro andaluz, que tienen las orillas del río, y el deslumbramiento de la tremenda llanura donde se anega la ciudad, en una melancólica música de hierbas y balidos».
Dos años después la Inquisición española había encontrado en un oscuro oficial de “colonias”, Francisco Franco, el instrumento para volver a incendiar la poesía y a condenar la vida, al grito de “Viva la muerte”. EL “generalísimo” y toda la derecha española se sublevó la noche del 17 de julio de 1936 contra aquella República a la que Federico apoyaba con toda su alma y su poesía. Un mes después fue detenido por los falangistas en su querida Granada. En el expediente levantado por los que vivaban la muerte y mataban la vida, podían leerse que Federico era “un escritor subversivo y un homosexual” . Todo esto lo condenó y bastó para que aquel 18 de agosto de 1936 fuera fusilado junto a un maestro y dos toreros anarquistas. Aquel régimen asesino que llegaba para quedarse por 40 años no soportaba tanto arte, tanto duende, les resultaba completamente inaceptable el lugar que Federico había elegido para ver la vida, el entender como pocos que para llegar a la poesía había que llegar a la dignidad, como le había dicho en un reportaje al periodista argentino Pablo Suero: “Mientras haya desequilibrio económico, el mundo no piensa. Yo lo tengo visto. Van dos hombres por la orilla de un río. Uno es rico, otro es pobre. Uno lleva la barriga llena y el otro pone sucio el aire con sus bostezos. Y el rico le dice: “¡Oh, que barca más linda se ve por el agua! Mire, mire usted, el lirio que florece en la orilla” Y el pobre reza: “Tego hambre, no veo nada. Tengo hambre, mucha hambre”. Natural, el día que el hambre desaparezca, va a producirse en el mundo la explosión espiritual más grande que jamás conoció la Humanidad.”