UNA FLOR ENTRE LAS PIEDRAS Amparo Estévez Saviza

UNA FLOR ENTRE LAS PIEDRAS
Amparo Estévez Saviza
Resiste los vientos…

Ama la tierra, siente la vida
no resta, suma y se juega…
¡Ve el cielo desde otro lugar!
espera la lluvia, no tiene frontera
sin herir la rama que crece y anima
hace del suelo fértil, una pradera

No importan las piedras,

ni el sol que las quema,
a un espacio de tierra
se abrazan, sosiegan
orgullo de siembra
que siempre tuvieron
semillas, sin yermas

No importan las piedras

¡Tan solo el orgullo de ser verdaderas!
Si un día la encuentras al pie de tu senda
no la arranques, consérvala.
hazle ver que tiene una historia,
que son humildes los besos
que no hay sed promisoria

No importan las piedras

¡Especiales sobre la tierra!
LLega la hambruna del ave
festín de natura, oculta la breva
Se yerguen augustas
amando en los vientos
resurgiendo la aventura
que sostiene los tiempos

No importan las piedras

¡Florece sin penas!
sus colores son bonitos
esparce luz en la niebla
sin dueño, con sueños
El abrazo de la luna
la hace reina en desierto
¿Sí importan las piedras?


No importan las piedras

¡El mensaje que se dice solo!
y define permanencia
Como fuerza invencible
crece en medio de las piedras
Y esperan la lluvia con calma
con el beso del que hiberna

No importan las piedras

Envuelta en tibias ramas
abrazando la existencia
con ansias sin somnolencias
beben estrellas al alba
No muere nunca flor
Si Dios la defina eterna

No importan las piedras

Quién tiene una lo sabe
es su cielo prometido
Acaricia su siembra…
Sin explicarse sentidos
Ama su piedra y su flor
como tesoro escondido…

ALONDRA VALEY
Derechos Reservados de Autor/2015

EDUARDO GALEANO...¿Descubrimiento?

Rene Garcia Beltrame compartió:

En la selva amazónica, la primera mujer y el primer hombre se miraron con curiosidad. Era raro lo que tenían entre las piernas.
- Te han cortado?- preguntó el hombre.
- No-dijo ella-. Siempre he sido así.
El la examinó de cerca. Se rascó la cabeza. Allí había una llaga abierta.
Dijo:
- No comas yuca, ni plátanos, ni ninguna fruta que se raje al madurar. Yo te curaré. Échate en la hamaca y descansá.
Ella obedeció. Con paciencia tragó los menjunjes de hierbas y se dejó aplicar las pomadas y los ungüentos. Tenía que apretar los dientes para no reirse, cuando el le decía:
- No te preocupes.
El juego le gustaba, aunque ya empezaba a cansarse de vivir en ayunas y tendida en la hamaca. La memoria de las frutas le hacía agua la boca.
Una tarde, el hombre llegó corriendo a través de la floresta. Daba saltos de euforia y gritaba:
- Lo encontré! Lo encontré!
Acababa de ver al mono curando a la mona en la copa de un árbol.
- Es asi -dijo el hombre, aproximándose a la mujer.
Cuando terminó el largo abrazo, un aroma espeso, de flores y frutas, invadió el aire. De los cuerpos, que yacían juntos, se desprendían vapores y fulgores jamás vistos, y era tanta su hermosura que se morían de vergüenza los soles y los dioses.
Eduardo Galeano.

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