¡¡¡GRACIAS POR ESTAR SIEMPRE!!!

¡¡¡GRACIAS POR ESTAR SIEMPRE!!!
AUTORA-AmPaRo EsTeVeZ SaViZa
Powered By Blogger

visitas del día

Vistas de página en total

Amparo Estévez Saviza

Mi foto
Considero que un espacio interactivo debe servir para comunicar, compartir y pasar momentos agradables que nos ayuden a pensar la vida como bella y en este caso específico a conocer a los escritores y poetas que en todo momento transbordan vidas diversas arte y sueños a nuestro corazón...

miércoles, 19 de febrero de 2014

EPISODIO 20 - MACEDONIO FERNANDEZ- FIN



EL TONI


EPISODIO 20 - MACEDONIO FERNANDEZ

Lo que sólo deben saber quienes esto escuchen

Seré el primer perorador que secreta con el público. Pero se entiende que al secreto que voy a confiaros no le haréis dar una vuelta tan grande que me alcance de retorno y me lo cuenten a mí mismo en el bar de allí enfrente, que es el de mi séptimo café de la tarde.
Los consagrados artistas que acaban de exponeros elogiosamente mis méritos han tenido razón. Bien sabía que para escribir ¡como yo escribo! debe tenerse quien nos dé de palos si escribimos mal. (Felices los lectores, ellos no me leyeron a la fuerza, como yo compuse, y mis libros están por venderse.) Por eso nos lastima mucho pensar en el destino de los que fueron universalmente señalados en el escribir bien: Quevedo, Poe, Cervantes, Steme, hoy mismo Kafka, Rilke, Supervielle, pues sabemos que alguien seguramente los esperaba, o los espera, en su casa, con un ceño y una ronquera terribles, si vienen del escribir mal.
Ahora el secreto. "Si Juanita no retorna mañana antes de las 8, pasado mañana la caso a la fuerza con su novio si hay registro civil. ¡Pero si hay todos los días registro civil! Lo malo abunda." (Aquí el autor parece que ya sabía que se iba a equivocar porque habría de sacar un papel previstamente confundido. Y así, leído en alta voz ese papelito, seguiría impávidamente improvisando sin ése ni otro apunte.)
El secreto que iba a deciros, bien lo recuerdo, es éste: los consagrados artistas que han encomiado en este acto mi figura literaria, bien saben por qué lo han hecho, bien sé yo la carga que comienza para mí ahora que han terminado la suya.
Con el uno, me comprometí a que poco tiempo después de este elogio lo libraría de una vecina de balcón de enfrente de muy desairada persona que lo saetea con miradas, lo molesta con llamadas telefónicas y, en suma, todo lo hace menos ser bonita en su balcón. Con el otro, me obligué es empleado público importante a procurarle certificado médico mío para toda inasistencia que le conviniera justificar en su oficina; es sabido que nadie hasta hoy ha conseguido la condescendencia de obtener tal certificación de ninguno de los abogados de Buenos Aires: podéis, por tanto, juzgarla de preciosa. (Os dejo con lo que tampoco yo pude averiguar: por qué los abogados no otorgamos certificados médicos.)
Con un tercero, me sometí a un pedido que me pareció muy raro: que usara siempre paraguas nuevos y lujosos y que con ellos concurriera todos los días de lluvia a su casa. Me imaginé que había elegido esos días para sus reuniones y quería ostentar no que en su casa también llueve como en las demás, lo que quizá algunos no le creerían, sino que tiene amigos dueños de ricos paraguas; se lo prometí. Mas parecía tener algo más que pedirme..Así es que me exigió también, y lo acepté, que en el momento de retirarme de cada una de esas visitas olvidara mi paraguas, por haberles dicho a sus amigos que él conocía al hombre más desmemoriado del mundo; y yo debía ser el amigo que era, al mismo tiempo, el hombre más desmemoriado del mundo.
Ya ven lo que he perdido por obtener el favor de opiniones sobre mi inteligencia; se le caen a uno del alma hasta las ganas de vivir mucho tiempo; poetas que sientan en pureza la poesía de la lluvia son muy pocos: lo que los más sentimos es el exquisito egoísmo de oír lluvia en nuestro techo en el día en que los otros la soportan por la calle, y yo quedo comprometido a dejar mi techo por el ajeno, para la música de lluvia, y ser transeúnte bajo el chaparrón. Y además, a olvidar un buen paraguas comprado para una sola vez, como cañón Bertha, en cada día de lluvia, sin contar mudarse del ser envidiado al ser compadecido, cuando llueve.
Y así, para cada uno de estos notables artistas me he obligado pesadamente; por tanto, mi deber de agradecimiento, que hondamente siento y acato, es para con nosotros, el público, único no sólo exento de todo interés, sino exento también de toda escasez de tiempo, pues que ha acudido aquí por un par de horas.
Para despedirme, voy a exponer una sintética confrontación entre la poesía de las grandes almas no literarias y la de los grandes artistas; o sea, entre lo estético artístico que hay en muy pocos y lo ético que hay en muchos.
Ramón Gómez de la Serna dijo, captando una exquisita sensación decorativa, un resorte urban¡artístico, que en los galgos de bronce del trayecto a Palermo (que han gustado tanto) se daba a Buenos Aires la más decisiva nota de empaque de gran ciudad. Le opongo la respuesta de una sensibilidad femenina de suprema percepción emocional: "Pues esos galgos me dieron pena: no pude sentir su belleza ni la resonancia ornamental o significativa que dispensan a la mole urbanística, porque lo que me conmovió contemplándolos fue el desesperante nada sentir de esos perros de metal, tan gráciles, que no tenían ni la vida de los pastitos que pisaban en su aparente correr."
¿Haría Gómez de la Sema la comparación justa entre ambos diferentes impulsos interpretativos del sentimiento?
Propondría a ese inmenso poeta, todavía, que se enfrentara el problema emocional (de Gusto), de cuál sería en él, cuál debería ser en el mayor poeta, la emoción de perfecta justeza ante un espectáculo que la misma mujer presenció. Habiendo llevado un nido a un deslumbrador circo, fue presentado en la arena un elefante pruebístico al que en el transcurso se
le hizo erguirse sobre las dos patas, con lo que se vieron en su vientre unos letrerones con una propaganda sobre el mejor jabón de Buenos Aires. Se sublevó su sentimiento ante el humillante uso que se hacía de animal tan consagrado convivente con los humanos de todo el mundo, tan legendario; sintió hasta las lágrimas la sorpresa de tal insensibilidad hacia aquel pobre ser tantos años mansamente mártir de los fieros aprendizajes de circo.
¿Qué habría sentido Gómez de la Sema de esta villana ridiculización?
Un ilustre tercer caso: alabóse a Wordsworth por haber dicho: Me repugnan las cópulas de las moscas en vuelo. En cambio, una hermosa argentina, no obstante su vejez, la pobreza en que había caído y el largo martirio de una parálisis que la tenía siempre en cama, decía: Me gustan las moscas, las moscas son alegría.
¿Quién de ambos poseía más imaginación y poesía en el alma?
Yo quiero decirle a este público generoso, que tampoco consienta que en su espíritu ceda la piedad a lo artístico, sino que se fíe y afirme en la impulsión ética aunque ejercite su percepción y su sensibilidad al par en la estética.
Aferrémonos a la piedad y entonados por ella el goce de lo bello y de lo artístico lo disfrutaremos con el sentimiento aditivo de merecerlo.

Le di al Editor en un solo libro 10 oportunidades de páginas en blanco: quedó tan enamorado de esta liberalidad con él que, metido en ánimos, previno a toda su clientela que su imprenta no aceptaba sino libro con 10 o más páginas en
blanco. Sabido es que éstas son las originales páginas de editor en todo libro de páginas de autor.

Brindis, en homenaje a Jules Supervielle, por Recienvenido de Hace Rato

Días antes de conocer, después, como es discreto aparentarlo para viajes impensados, la gira que improvisó poco a poco, agenciándose una por una, lo mismo que exige un viaje muy pensado, las mil cosas de una salida de lugar (menos su necesidad, su "¿para qué?"), el ilustre literato que está practicando la recienvenidez con la a todo recién llegado preexistente Buenos Aires, la ciudad en todo tiempo infaltable a quien desembarca, la única ciudad con presentimiento del Perpetuo Viajero y que con la más delicada cordialidad que una ciudad imaginó, se da preexistencia en obsequio de él, se adelanta al recienvenir de todos dándole el sabor de un permanecer, y así ha hecho millones de permanecedores que venían con el algo despectivo "de paso".
Por lo menos sabemos que días antes de empezar a saber, como todo el mundo, el impreparado viaje que preparaba (poco a poco) el poeta Supervielle, cuyas obras le han hecho de imposible incógnito pero no de imposible improvisación de viajes, como se ve, yo preparé estas prontas palabras tan desprevenidamente que nada de lo que en ellas digo lo había conseguido pensar en el "momento antes", y en esto es tan adecuado como un buen libro sobre la pampa en un poeta francés nacido en el Uruguay, que la busca en Buenos Aires.
Por lo que resulta que la muy alegada por Inglaterra "unpreparadness for war" está en auge de imitaciones en las prolijidades previas de todo viaje y de todo brindis improvisados. Esa "impreparación" no se vio y se pareció .odas las inexistencias son igualesal cuño en que Alemania, después de esa guerra, pensaba moldear las ningunas ganas que tenía de pagar su nunca paladeada Indemnización de Guerra.
Es todo lo que dije y hoy evoco, con las gratas horas y la gran figura de la imprevista demostración que combinó el querido Evar Méndez incansable en admiraciones y certezas, a la llegada de Jules Supervielle, que es hoy un universal a cuya gloria modesta y plenamente añadóme y entonces sólo Méndez lo conocía quizá profundamente. Es una originalidad total, en una impresión, como actitud de poeta, sin ninguna de las repicadas rutinas de la literatura y desdeñando originalidades de menudencias. Es una extraordinaria Simpatía que no se resiente de la mínima dificultad de exposición.


Imaginario brindis a Alejandro Sirio

Aunque lo pronuncio con S ya que no he nacido ceceoso a la española y como algunos campesinos de Buenos Aires lo admiro a Alejandro Cirio, pues vi desde temprano que era una de las personas con quien la comparación de favorecimientos personales me era más ventajosa: era más bajito que yo, menos existente, más grueso, no entendía como yo de música, en metafísica no había para qué esperarlo en ninguna esquina y además no había conseguido lo que yo sí, lo que pocos tenorios seductores han conseguido: que ninguna mujer se meta con uno.
Estas superioridades duran, pues no creo que vuelva de París más alto, más delgado, más exento de ser, más músico, más metafísico, más ininterrumpido por mujeres que yo.
Por eso no he faltado a este desayuno y concurriré al banquete que se anuncia, el banquete de comer que me dicen va a estrenarse por fin. Además, tengo afán de presentar en dicho banquete los dos menús que he combinado y que faltaban: el de la comidita de prudencia que nos dan previamente en casa si esa noche hemos de asistir a un banquete y el de la comilona para dos con que debe reconfortarse a ambos contenedores de un duelo a muerte, que después de una emoción tan grande necesitan restaurarse más que nunca: el anormal apetito de los sobrevivientes es muy conocido y ha sido celebrado y detallado en todas las novelas de aventuras, tan novelescas.
Brindo corto con brindis de desayuno y reservo el de comer para su largo ocurrir anunciado, y me declaro su igual en Dibujo, pues si bien él es pleno dueño en el exquisito arte yo soy por entero dueño de mí mismo ante la más suprema obra del genio plástico: con telas y dibujos no entiendo ni siento y también en este renglón se mantiene la comparación con él, ya aludida, y continúa mi admiración personal de él.
He dicho.

Sirio agradeció y observó: "que era profundamente certero y admirativo este brindis en que M. F. me alaba por serle yo inferior en todo y hace un esfuerzo meritorio por pronunciar bien, y lo logró, el apellido mío que conoce mal. Agradezco a este banquete la oportunidad que me hace sabedor de contar con tan cálido y prolijo amigo".

Si hubo burla en esta incisiva contestación a mi brindis tan cordial, yo todavía lo ignoro. Y no deteniéndome a hacer el "quisquilloso", aludo al querido Alejandro Sirio , el insuperable señor del Dibujo que compone sus estampas con las líneas mismas de la divina Lluvia.

(Supe del banquete al artista tan estimado hallándome lejos y quise brindar con él en tan justo homenaje. No pudo ser; y hoy por fin cumplo en expresarle no un juicio sin competencia sino la simpatía que me inspiró, como a tantos su hidalgo trato.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario