EPISODIO 18 - MACEDONIO FERNANDEZ
Modelo de disculpas
para inasistentes a un banquete
(Demostración a Dardo Salguero Hanty)
Solicito se me pida tomar la palabra sin anular mi condición de inasistente que se disculpa apuradamente, pues me toca faltar, decir la disculpa e irme, todo en los cinco minutos reglamentados del estar sin asistir.
Hace algún tiempo en las reuniones (de varios) que teníamos, Eduardo González Lanuza brillaba por sus improvisaciones no sólo de dicciones o invenciones poéticas sino de ingeniosidades humorísticas; sabíamos que tenía un gran libro, casi hecho: Las 60 fórmulas del quedador de bien, y cada vez le requeríamos algunas. Había alguien más conmovido por ellas, quizá, que nosotros: un agente financista que, para decirlo de una vez, se hipnotizó de tal manera con el arte de la Disculpación, que nadie llevó tan alto, de González Lanuza, que instaló un negocio de alquiler de trajes de rigor para faltantes, inasistentes, a cada uno de los cuales acompañaba una foja con 20 de aquellas fórmulas.
Yo vengo en un traje de éstos y adopto esta fórmula, buena para el caso de comida a dibujante: "Señor pintor homenajeado: el retrato mío que trazó su mano me da tan completo que aparezco con los diez años que me faltan hoy para cumplir los sesenta y que tenía, es cierto, cuando usted me tomó en brazos para el Dibujo, pero un peluquero no menos completo me los afeitó luego junto con barbas y melena, que eran las que habían cumplido los sesenta. Sería expuestísimo para la seriedad de su reputación que en una "exposición" de sus telas tenga hechos públicos mis 60 y aquí aparezca con 50. Me dirían `Vuélvase a su casa' (hay que creer que la tengo y, cuando retorno del Centro con muchos paquetes, me tratan con amabilidad; ahora más, que saben que soy el original de su retrato)".
Y bien: me voy con apenas tiempo de olvidarme el paraguas a la salida...
¿Y ahora? Olvidé mi paraguas y heme aquí, pero vuelvo con un chiste también bueno.
Vuestro banquete, gran dibujante y encantador amigo Salguero, será memorable. ¿Por qué?
Porque si hubo quizá una catástrofe tan completa que hasta los sobrevivientes perecieron, de vuestra fiesta se dirá: fue tanta la concurrencia que hasta los inasistentes estaban.
He dicho.
Brindis a Marinetti
Señoras y señores de este público amigo; celebrado novador Marinetti, usador, por ingeniosos destiempos, de esa vasta Tardanza llegadora: el Porvenir, del cual sois el primer memorista conocido:
Os pedimos, señor Marinetti, justifiquéis el uso de la lengua nuestra
en la sesión que, por vos, es ya hoy mismo porción memorable del futuro, pues si bien los argentinos notámonos de poliglotos cualquier niño nuestro, sin dificultad, sabe oír cuatro idiomas, aunque de éstos alguno sea extranjero el lado de hablar, de los idiomas, no nos es tan liso; y si yo me pusiese en el apurón de un cómodo esfuerzo por hablaros en italiano, quizá os notaríamos poco preparado para entenderme; falla que, en tan insigne prosista itálico, no debe hacerse visible por culpa nuestra. Además, pareceríamos nosotros los viajeros, si no usáramos del castellano ahora, como si envidiosos quisiéramos también brillar con la siempre interesante transeúncia, que hoy y aquí a vos sólo toca lucir.
En cambio, señor Marinetti, os aseguro que nuestro público comprende el italiano mejor que otra cualquiera lengua extraña. Además de que el italiano y el español, únicas de que el Silencio está celoso, representan el más alto grado de la articulación verbal; por su íntima consonancia con el afán humano de la comunicación, puede decirse que se hablan ya comprendidos y, aún, que cualquier otro idioma puede hablarse en italiano y en español. Son las mejores lenguas para viajeros frenéticos: éstos, a menos que en el furioso impulso de viajar se hayan salido del planeta, comprueban en todo lugar, aun mientras cruzan una frontera, donde los idiomas están de mudanza, que en cada circunstancia improvisa en que tiene apremio de entablar revistaoral para informarse de una calle, un puerto, un hotel, con cualquier desconocido, han conseguido casi fácilmente hacerse entender, sino aplaudir, en español. Lo sé, por viajeros tan apasionados que nunca estuvieron en su casa, que no tuvieron nunca un lugar desde el cual empezara su viajar; que, por lo tanto, nunca se ausentaron de algo o alguien y, por consiguiente nunca viajaron.
Otra salvedad. No pude ser invitante a vuestro banquete, como apareció por error. En materia política soy adversario vuestro (quizá esto no se sabe en todos los continentes), pues mientras parecéis pasatista en cuanto a teoría del Estado, lo que impresiona contradictorio con vuestra estética, y creéis en el beneficio de las dictaduras, provisorias o regulares, yo no conservo de mi media fe en el Estado, más que la mitad, por haberla repartido con nuestro fundador Hidalgo, a quien debemos vuestra presencia aquí. Me quedó una cuarta parte de fe estatal, la indispensable para no confundir dos cosas fiscales: los faroles con los buzones, al confiar a éstos la redacción de mis cartas.
Como todos los hombres de carrera intelectual os estoy agradecido por la consagración de vuestra vida a la emancipación de un error de debilidad, de tontería, de preocupación, de cálculo: la veneración del pasado.
Pero la verdad es, señor Marinetti, que me privé del placer de acompañaros porque aún no se había definido vuestra visita como exenta de propósito político, y habría tenido que molestar con salvedades un ambiente de cordialidad. Con vuestra presencia aquí mostráis que no os hace mezquino la separación parcial de ideas ante la vocación común del arte.
Todavía algo que explicar. ¿Cómo es que se me ve aquí dando trabajo? ¿Cómo es que me ha tocado el éxito de esta figuración de cañonazo, cuando me correspondía el de la actividad fonética en la h española, en esta magnífica sesión? Con tantos ya consagrados escritores en la Revista Oral, ¿cómo se recurrió a mí que no tengo, a menos que otro lo haya escrito, ningún libro mío en circulación y solo he llegado a la 5" edición de prometerlo y anunciarlo? Pues por un mérito, señores, tan grande que me sorprende no me abrume de envidiosos: por la edad, que he alcanzado antes que todos mis compañeros: hay que disculparlos, como principiantes en la materia. Creo que debo esta superioridad a mi aplicación continuada, y quizá a destrezas adquiridas como pretendiente a empleado de Registro Civil. Mi edad ha sido juzgada como la gran idoneidad del momento, que inspiraría gravedad a mi elocución y facilitaría mi comprensión de vuestros sentimientos y situación.
Os comprendo y estimo, como estimamos aquí a nuestro Lugones; más bien que consumadores de perfección de belleza os complacisteis uno y otro en ser máximos, variadísimos incesantes excitadores de las labores ideales, en Europa el uno, en América el otro. Es abnegación: pues a quien ha gustado la pasión de la realización artística o de la posesión de Verdad, metafísica o científica, le es durísimo conceder tiempo alguno suyo a actuaciones de escuelas literarias. Otra coincidencia, que induce sinceridad en ambos, pero que muchos deploran, es la brotación tardía, en vos como en Lugones, de una fe en el Estado que apena a cuantos creíamos que la superior Beldad Civil era: El Individuo Máximo en el Estado Mínimo. Ilustres como sois, en el mundo; naciendo dictaduras en toda Europa; mostrándose aún en los Estados Unidos frenesíes estatales de democracias y congresos dictadores con leyes de ingerencia en los hábitos, creencias, placeres, viciosos o no, del individuo prohibiciones del alcohol, del juego, imposiciones de higiene privada, etcétera, hay que confesar, insigne futurista, que el pasado no ha muerto, y no le falta un parecido de porvenir.
Pero contentémonos, señor Marinetti, con que vos vivís y yo también. Yo no he muerto; porque como ando siempre con una libretita y lápiz para anotar todo, si me hubiera sucedido eso lo tendría apuntado. Hay días en
que sólo por una libretita así sabe uno que vive. Pero hay otros, y no os lo deseo frecuentes, en que "ni con libreta", como dicen nuestras lindas
cuando no les place el cortejante; y otros en que, digan apuntes lo que digan, nos sabemos eternos, o una semana menos.
Os he hablado de enfermedad y de muerte, temas no de fiesta, pero sí de alta tertulia; imperdonables aquí, acreditan mi torpeza social. Sin embargo, son los dos "mates amargos" fuertes que comienzan muchas grandes amistades en la Argentina.
Que ellos me conquisten la vuestra. He dicho.
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