- TOMI
EPISODIO 15_ MACEDONIO FERNANDEZ
Editorial de regreso de la "Revista Oral' de Córdoba
(Leído por otro, no habiendo podido asistir el autor)
No necesita explicación mi presencia aquí, señores, pues que ésta falta; y espero que seréis con ella indulgentes, considerando que no se ha producido. Puedo demostraros punto por punto que corristeis casi todo el peligro de tenerme en Córdoba; y no hay que fiarse en que no estoy, como si fuera fácil conseguir mi ausencia, tan solicitada, ni os enorgullezcáis de que "dicho señor Fernández" no esté en Córdoba, pues en ello no os he dispensado ninguna particular preferencia. Hoy, excepto Buenos Aires, toda ciudad argentina ofrece tal aliciente, y aun creo que mi ausencia se ha extendido a puntos del extranjero, en que jamás he estado, por efecto del concepto que de mí se difunde.
Notaréis que he cambiado novedosamente el texto usual de las personas que faltan. Ellas hasta hoy creyeron siempre que les urgía disculparse; sólo alguna muy inteligente llegó a dudar si era la presencia o la inasistencia la necesitada de ello. Constituís, pues, el primer público del mundo al cual no se molesta con esa fatigosa ficción. Ello no contradice que concrete la causal de mi ausencia. Estriba ésta en que he sido mortificado por una insinuación que la Dirección de la "Revista Oral" tuvo forzosamente que hacerme, de que una pequeña parte del público de Córdoba, en unanimidad con la parte restante, exigía, para acogerme con entusiasmo, que yo diera garantías concretas de mi regreso a Buenos Aires, a cuyo efecto me ha sido estipulado por la Dirección que yo haga y firme el editorial de regreso.
No comprendo cómo se recuerda en Córdoba que la vez que vine (hace treinta años) por dos días, y fui recibido por todas las casas de la ciudad las que ya entonces encontré todas edificadas, pese a las jactancias de la municipalidad actual (yo no sé nada, pero supongo que se jacta como todas las autoridades comunales), coloqué inhábilmente estos dos días de quedarse al final y no al comienzo de unos treenta días de no quedarse, que me habían recomendado; me quedé treinta y dos días, período formado todo de penúltimos y últimos días según las cartas y telegramas de convencer la familia que yo redactaba entonces diciéndole "Ya he regularizado mi demora", "Partiré tan pronto concluya de demorarme". Frases como éstas, en el centro de un telegrama, efluvian un sentido clarísimo y tranquilizador; a mí me parecía que yo había llegado a "tiempo de demorarme" y quería gozar el fruto de este género de puntualidad. Por cierto que los diarios anunciaron "que se encontraba entre nosotros el conocido don Macedonio García y que este señor López seguramente quedaría pocos días (seguían otros elogios)" y se me deseaba larga permanencia dentro de la semana.
Y bien, señores, pongámonos tristes, meditemos. En aquellos tiempos no obstante mis pocos años yo era ya joven y, por lo tanto, rico en sentimientos, viviendo internamente en dolor y placer, era, como todos los jóvenes, materialista y cientifista. ¿Puede tener algún sentido en boca de un joven la fe materialista y cientifista, el agnosticismo, aún la creencia en la muerte personal, la creencia en la casualidad del mundo, en la casualidad o contingencia de nuestro advenimiento individual a él, la creencia en el progreso, que degrada el pasado y valoriza neciamente el porvenir, infatuándonos de ser posteriores al pasado y agitándonos de no estar en ese privilegiado porvenir, la creencia en la ciencia, que declara
que este mundo es casual y casual nuestra presencia en él, y que sin que tal punto de partida la paralice se entrega a predecir todo el porvenir manejándolo por tanto como un pasado y fija causas a todos los fenómenos de este mundo que pudo o no existir y en el que por tanto la ciencia pudo o no sentarse a dictaminar?
En aquel tiempo yo era socialista y materialista. Hoy soy anarquista spenceriano y místico. Es cierto que entonces mi poder intelectual era mucho mayor que hoy, pero es cierto por otra parte que hoy mi sensibilidad, mi contenido psicológico cotidiano es mucho más pobre y por tanto mucho más fácil de estudiaren su misterio, en su calidad metafísica, pues todo estado sentido, por insignificante en duración o intensidad que sea, representa la totalidad del interrogante metafísico.
Es posible que en orden a lo sociológico me encuentre equivocado, es decir, que mi casi completa incredulidad en los beneficios y necesidad del Estado sea inadecuada a la faz social de la psicología del hombre.
Pero en mi actitud mística me siento seguro; y por intermedio de la revista "Clarín" u otra publicación de Córdoba me complacería exponer su defensa, ya que considero que no pudiendo responder a todos los dolores, confusiones y oscuridades del alma de los jóvenes, que es de lo que habría querido ocuparme en este editorial, pues la juventud no me parece contar con los amparos y la atención a sus problemas sentimentales y acomodo práctico que debiera hallar preparados para ella en el cuerpo social, y yo quisiera acudir a su consuelo (como anhelé claridad y estimulación, cuando joven y sufriente, de algún fuerte pensador y honesto, de entonces) con la exposición más cuidadosa y completa posible de la verdad y necesidad de la actitud mística. También la beldad civil, o sea la Libertad, el Estado Mínimo, que es mi otro tema u obsesión, será otro de mis tópicos.
Se despide de vosotros por ahora, dejando el haber venido para otro día.
Inauguración Nº 42 (De la "Revista Oral")
Hemos acertado denominar así nuestras sesiones, para impresionar de responsabilaidad inaugurativa el tono de trabajo de los redactores, mientras meditan los agudos estudios que les exigimos. El nacer sólo una vez, aunque a nadie le está de más, y dura y no se olvida en toda la existencia, no rige para las ideas, que viven de rejuvenecimientos no de continuidad. A ellas les conviene la inanticuable palabra "inauguración". La inauguración cotidiana nos gobiernasin alusión oficial e inflexiblemente llamaremos última inauguración a nuestro postrer número, que aún no ha salido, si bien tenemos ya de él infinitos pedidos y las personas lo quisieran ya. Habrá que aguardarlo; es siempre el que más se tarda y por culpa de su morosidad rara vez escapó a una colocación de las más postergadas en el orden de aparición.
La emulación pública por tener pronto en las manos el ejemplar auditivo que concluirá con la "Revista Oral", es una grata señal de su perduración, y de la nombradía que algunas de nuestras familiares y gustadas firmas ya gozaban, a veces por el solo hechizo de no haber escrito nunca; pues los que no publican tienen un público rarísimo, quizá el más vivaz y curtido, que hace justicia a este género de autores; mientras la crítica vacila y se confunde, ese público no duda que si el prudente hombre no escribe, de su mal se está precaviendo.
No incurriremos en la innocua recienvenidez de disimular que la preferencia por suscribirse sólo al último número, nos tuvo corridos de ridículo unos días. La posible socarronería de los pedidos nos escocía tanto que, fundadores, redactores, administradores y cobradores de la "Revista", en suma todos sus admiradores, nos turnábamos diligentemente en excusarnos de atender en persona al cliente futurista. Pero la exaltada demanda era de buena fe; los pedidos eran sanos, encaminados a darnos ánimo, garantiéndonos al menos una extinción a gran tiraje. Debíamos tener semblante de no ser capaces de llegar, sin ayuda, a dejar de aparecer; de que por no saber cómo se consigue hacer última a una edición, continuáramos después de ésta; o cesáramos antes de dejar de aparecer.
No será así; correspondiendo al favor del público apresuraremos esa edición que dichos adelantados suscriptores futuristas prefieren de prisa; pero así como supimos particularizar entre todos sus números un primero no dando ninguno antes de él, concluiremos por un número, y será tan próximo, y conocidamente último, que contendrá relato del, para entonces completamente ocurrido, fin del mundo, tantas veces empezado por los astrónomos sin concluirlo ofreciéndonos sólo un fin seguido, cuando a un metafísico le es tan fácil como hacer piar a una incubadora brindarnos un fin absoluto que puede competir en duración con un añadido de las docenas de terminaciones de mundo juradas a telescopio.
Debido a las escaseces que siempre se enredan a las fundaciones, nuestra revista ofrece la debilidad de que después de todos sus renglones no dice nada, lo que la descuida de incompleta como todo lo que acaba. El ejemplo de cómo algunos grandes diarios han salvado esta dificultad, con números del domingo, que no terminan, nos esfuerza a reparar la imperfección. Mas entretanto nada disimularía tan bien la pasajera limitación, como una conversación generalizada con el público, acerca de teoría del arte, situación del profesionalismo artístico local, orientación del gusto popular. No parece que otros temas, aparte de lectura no recitado de obras inéditas, fueran indicables en un recinto tan precario y consideradas todas las circunstancias.
Nuestra Revista, no obstante su modesto ser en la inmensidad de actividades de la publicidad, es la única que ha logrado "hacerse oír"; y esta especial manera de atendernos, que el público no concede ni a los grandes diarios, nos obliga a corresponderle en calidad. Y nada es calidad como la largueza de juicio frente a la variedad de gustos, maneras artísticas, buscas espirituales, y la libertad.
Somos todavía un país sin manías; es la impresión más amable del ambiente argentino y esto es lo que llaman chatura de nuestro vivir los que se adietan a lo europeo. Hasta hoy, ni la gestación de una manía se percibe en nuestra nada recelosa convivencia. El primero que nos traiga una, hará insondable traición a nuestro espíritu con el éxito de una pestilencia. Somos, por sencillo efecto de nuestra momentánea y moderada holgura económica pues ninguna nación gozó nunca de un bienestar material muy alto o duradero; una fuerte graduación de pobreza es la norma de todos los países y épocas somos uno de los grupos humanos, por hoy, más inteligentes y benevolentes, dos cualidades que también tienen su normal histórica de parquedad. Suele ser antipático oír explicar la inteligencia y la bondad por el índice económico; no puedo ahora argumentar mi tesis y quedaré pues, provisoriamente malquistada con algunos jóvenes oyentes; quedémonos con las ganas de querernos mejor ellos y yo en favorable oportunidad.
La menor inteligencia promedia de algunos europeos frente a la nuestra se revela en juicios errados, injustos acerca de nosotros; y nuestra mayor benevolencia, frente a la de ellos, se revela en la tolerancia con que los dejamos decir. Si los diez millones de habitantes de la Argentina produjéramos intelectualmente lo que un promedio de diez millones de habitantes de Europa, no produciríamos nada y llamaríamos la atención del mundo como una sociedad humana singularmente escasa de mentalidad. Pero los 450 millones de moradores de Europa tienen una productividad mental conjunta que fácilmente impresiona, sin embargo de ser proporcionalmente acaso exigua hoy. No diríamos lo mismo de la Inglaterra de hace 60 años, la Francia de Voltaire, Lavoisier, Laplace, Rousseau, Lagrange, Lamarck; de la Alemania de 1860, de España del siglo 16. Ya hicimos salvedad de lo pasajero de las superioridades y sus causas.
Con un promedio insignificante de 6 millones de población en los últimos 40 años, hemos tenido a Estanislao del Campo, como cuya frescura de inspiración y firmeza de gusto, Europa pocos ejemplos tiene entonces; a Hernández; a Sarmiento; Vélez Sarsfield, Wilde; Alberdi; a Mitre, genio de la ciudadanía y de la construcción de civilidad, superior a insignes estadistas por su desapego a la posesión pecuniaria y su familiaridad con todos los afanes del pensamiento; a los dos Ameghino; Muñiz, los Ramos Mejía; a Juan B. Justo, economistasociólogo eminente y prosista magistral; a Martín Gil, hombre de ciencia celebrado, músico y prosista excelente; a un bufo de genio como Florencio Parravicini que en un instante y para veinte años desalojó a los profesionales europeos de comicidad teatral rutinaria; a biólogos como Julio Méndez y clínicos como Castex y cirujanos como Chutro; a pintores que han triunfado en Estados Unidos y en España. En música tenemos la deliciosa floración continua de nuestros tangos, que a veces contiene más música esencial que muchas atléticas óperas, "suites", "conciertos", que ostentando desdén por lo popular no tienen más valor que el prestado por alguna de esas magníficas "tonadas" del pueblo español y del italiano meridional; tenemos excelentes instrumentistas en guitarra (María Luis Anido), violín (Allardice White) o un ejecutantecrítico como Luna. ¿En política habría alguien genial a quien nombrar? Etc., etc. Lo que sucintamente propongo a vuestra evocación para retemplar vuestros esfuerzos en los precedentes de nuestra fecundidad en el pensamiento y el arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario