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Amparo Estévez Saviza

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Considero que un espacio interactivo debe servir para comunicar, compartir y pasar momentos agradables que nos ayuden a pensar la vida como bella y en este caso específico a conocer a los escritores y poetas que en todo momento transbordan vidas diversas arte y sueños a nuestro corazón...

jueves, 17 de marzo de 2016

MI OMA POLACA





MI OMA POLACA
Publicado el 9 marzo, 2016 por amparorules
MI OMA POLACA

AMPARO ESTÉVEZ SAVIZA

SI VIVIÓ EN ARGENTINA, siempre habrá una Oma en su corazón…



Con motivo de ejercer la docencia en escuelas rurales tuve la oportunidad de conocer a la OMA.

Otras veces he escrito sobre ella. He marcado cómo la política quería comprar su voto.

Pero hoy quiero presentarla desde otro ángulo.

Es insoslayable verla en estancos separados aunque ella es un todo.

Cada visión de su persona presenta a una MUJER con todas las letras.

Ella era y es (y digo es porque tal vez todavía viva) una mujer completa. Ruda, esbelta y bella.

Espero de corazón que sus zapatos gastados la lleven todavía por el campo con sus perros y su fusta. Fusta que usa para dirigir y escarbar, no para pegar.

Toda ella es un canto a la vida. Cada jirón recosido de su ropa mil veces usada, habla de aquello de que no se dice y cuenta “Ser pobre no quita asomar también limpio y puro”

Así como la imagina un pintor realista, es.

Sencilla en el vestir y en los modos. Sus gestos parecen alas que se anteponen a la palabra dicha.

Con medias gruesas y pollera larga cubierta con un delantal que oficia de escudo de trabajo, sombrero de paja viejo y blusa blanca amarillenta ajada por los años. En invierno una campera azul moderna que seguro alguien le ha regalado, también de mucho uso. Como que la campera marca el contraste a la perfección.



Piel quemada por el sol, digamos más bien rojiza, seguramente muy blanca debajo de sus atuendos, fácil de imaginar porque su origen polaco la delata.

Manos y rostro arrugados, piel de pómulos que jamás conocieron una crema y manos cuyo más suave contacto debe ser el apretón de los que la quieren.

Muy callada, pero cuando habla truena el escarmiento: Ej.” Yo no voto” “No preciso colchones ni regalos” “Lo que necesito, me lo trabajo y lo compro” Con una voz entremezclada de palabras encontradas en el cofre de la herencia y las huellas perdidas entre otros sonidos del camino.



Ella le llama trabajo y bien duro a sembrar y luego vender lo que se puede.

A criar gallinas. A ordeñar su vaca luego que el ternerito mama. Vaquita flaca cuyo vecino lleva a divertirse de vez en cuando.

Nadie entra jamás a su casa. Es un ranchito prolijo. Alrededor, de tierra siempre bien barrida y de cacharros colgando de sus paredes grises, macetones con aire de verde esplendor y sus gallinas, patos, perros, rodeándolo todo.

Diría que todas las mañanas el sol desayuna con ella y a la vez seca su ropa sin perfumes, colgada en el cerco de alambre.

El reflejo alumbra su pava negra y calienta las tortas fritas o el pan casero.

El rocío de la noche se eleva por sobre las hojas que brillan.

Un viejo ombú reclama un poco de caricias.

Allí pensativa va hilvanando las acciones del día y sus animales la rodean; les tira migas y las gallinas le cuentan muy alegres cuántos huevos van a poner.

El benteveo le anuncia visita y ella lo echa…¡Nada de visitas!

La tarde no duerme jamás la siesta en su entorno, sino que la acompaña a campo traviesa a buscar algo que bien no se sabe qué…Tal vez algún yuyo que cura. Por ejemplo carqueja o uña de gato. También leña y agua fresca (que comparte) del molino del vecino.

Una vez por semana va a comprar azúcar, yerba, arroz y fósforos.

Todos compran con vales. Ella no, ella lleva sus moneditas “Los peones del sembradío compran con papelitos, dice”

Quien se acercara sigilosamente la vería hablando con los pájaros.

La vería retar al viento que sopla su pollera.

La escucharía pedir silencio a la chancha que espera las sobras de su almuerzo, las cáscaras de papa y lo verde de lo poco que tira, ya que es austera en demasía, producto de tanta carencia y sufrimiento.

La vería tirando el agua de su palangana y secar su cabeza.

La vería hacerse una trenza y levantar su pelo entrecano, si necesidad de espejos ni peines.

La OMA no tiene edad, a pesar de lo que dice la canción. Yo diría que la OMA es una niña que ha crecido de golpe, pero conserva la ternura, le magia de vivir en libertad. Creo que la Oma es más libre que las palomas que se le acercan cuando está sentada en su viejo banco.

Hay dos bancos, pero ella se sienta en el que era de su compañero, al que pocos conocieron porque lo pierde a unos meses de su llegada.

Nadie sabe a ciencia cierta de dónde viene la Oma, seguramente llega en algún grupo de mujeres que traen para trabajar en las haciendas de entonces…

Seguramente un hombre que la ama la rescata y llega a la provincia de Buenos Aires con su atadito de ropa. Tal vez un camión los trae a los dos escapando de ¡vaya uno a saber qué!

Y empiezan una vida nueva, sin nada. Una vida que ella sabe hacer llevadera.

Vive con el recuerdo de su amor lejano y venturoso y le habla en sus silencios, haciendo como que está allí, sentado al lado suyo. En el banquito que ella le brinda cada vez que viene en sueños a tomar un mate. Mate que aprendieron a gustar en estas tierras.

El está en el mismo banco que era suyo cuando le rezongaba por no compartir un pucho.

La OMA no fuma. La oma canta cuando él rezonga. La OMA nunca lo llora porque habla con su sombra todos los días. La OMA nunca pudo ser madre y acuna a su gato blanco.

Hay seres maravillosos que son como ángeles que se visten de humanos. Pero no lo son. Están ahí por la magia del tiempo que les da un trocito de felicidad para quitárselos luego y ellos tienen que armarse la vida con sus propios sueños y atarla a sus pies para que vayan sembrando el día a día y preparando la muerte.

AMPARO.ES 09-03-2016 Derechos Reservados de Autor

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