Ella le contestó: “Esta bella, inteligente, sabia mujer… todo eso y muchas cosas más, se llama Melissa Massi y tiene que irse ya. Gracias por el libro”.
“Espera”, dijo Jay “¿Cómo te puedo contactar? Podríamos hablar de muchas cosas, entre ellas, el libro que tienes en las manos”. Melissa se rió y dijo “no acostumbro dar mis datos personales al primer pseudo intelectual que se me aparezca. Vámonos de aquí señor”, le indicó al taxista, después de haber humillado a Jay Equinox una vez más. Antes de perderla de vista del todo, Equinox pudo ver cómo Melissa, con una sonrisa, le guiñó el ojo. “Melissa Massi…” se dijo a sí mismo Jay “… es todo lo que necesito”. Caminó de vuelta al bar mientras se reía solo y repetía “no le doy mis datos al primer cliché pseudo intelectual que se aparezca. ¡Es un genio esa chica!”.
Apenas tuvo la oportunidad, Jay buscó por internet a “Melissa Massi” y dio con su perfil en la red social más popular de su país. Tras navegar por el perfil de Melissa por unos minutos, Jay pudo comprobar que de hecho él y ella tenían muchas cosas en común, sin embargo, el espectro de intereses de Melissa también era bastante amplio. “Me estoy armando muchas historias en la cabeza y ni he conocido a esta mujer. ¿Qué me está sucediendo?” pensaba Jay.
La verdad era que se desconocía. Por lo general, las relaciones de pareja que había tenido se habían dado por golpes de suerte, o porque era demasiado evidente la atracción de la otra persona hacia él. Esta era la primera vez que Jay iba a seguir lo que le decía su instinto, a pesar de haber sido humillado no una, sino dos veces por la mujer de sus intenciones.
Jay intentó escribirle un par de veces a Melissa, pero ella siempre parecía estar ocupada, o simplemente ignoraba sus mensajes. “Me guiña el ojo antes de irse y ahora me ignora. ¡Me va a volver loco!”. Después de varios intentos, Jay llegó a la conclusión de que una buena forma de llamar la atención de una estudiante de arte, sofisticada pero a la vez bohemia como ella, era a través de su propio arte
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