29 de agosto
Hay una intimidad de sentires que permanece silenciosa en las entrañas de un escrito. Una reserva, en la comunión tácita del escritor con la magia de las palabras. Es la nigromancia de una letra para resguardar el alma del bardo, sobre todo de sus dolencias y de sus miedos. Leemos lo que queremos o necesitamos leer… desconociendo el verdadero origen del escrito, tal vez imaginario, o quizás real y tortuoso.
Hay una intimidad inviolable que solo la lágrima que oficia de pluma… sabe de su génesis y postrimería. Hay una intimidad que se torna arcano en el anverso de un sentir aún después de ser ofrendado a la mirada que contempla.
Solo el escritor sabe lo que quiso expresar… y solo el lector sabe lo que quiso interpretar. Una ceremonia digna de respetarse…
Diego López
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