LOS CUENTOS DE AMPARO
Estractados de su novela autobiogáfica aún sin título…
Capítulos dedicados a NELVA SILVESTRE, mi gran amiga que compartió
éstos días conmigo y seguramente sonreirá al leer tantos recuerdos…
Número uno:
“MI VIDA CON LAS MONJAS”
Este lapso de mi vida transcurrió entre los doce y trece años.
Le había manifestado a mis padres que quería seguir estudiando.
Era una lectora ávida de conocimientos, muy curiosa… A los doce años
la hermana de mi abuela fallecida me prestó los libros que había traído
de España y entre ellos “LOS MISERABLES”.
Yo no sé cuánto comprendí a mi edad de ese libro. Lo que sí sé es que tardé mucho pero lo leí todo.
Me devoraba las novelas que se transmitían en ese momento por radio. Recuerdo una en especial “Cómo se engaña el corazón humano” y creo se transmitía por radio Belgrano.
Vivir en el campo y con pocos medios es maravilloso para la imaginación.
Todavía me hace sonreír cuando escuchaba en mi mente el trote del caballo del amante que llegaba hasta su amada y ella lo recibía enamorada y asustada. Cómo sonaban al llegar pasos que hacían que éste se alejara rápidamente y la voz de…En fin…
Tenía una radio que funcionaba a batería. Ésta había que cargarla y si solo había una sola, tardaba algunos días.
Soñaba con las siluetas de la revista "MARIBEL".Sus modelitos de señorita, disfrazándome con vestidos de mi abuela y mirándome en el espejo inmenso de su ropero. Recortaba las recetas de cocina que iba
cubriendo las hojas de un cuaderno, eligiendo y pegando. Ahí aprendí a perder el tiempo porque nunca me gustó cocinar.
Me gustaba crear, transformar. Luego pintaba con acuarelas y dibujaba copiando. Al punto que ahora dibujo de todo y bien.
Volviendo a la edad de tener que hacer el secundario, ello implicaba que debía estar pupila, cada semana, con las monjitas Mercedarias, de la ciudad más próxima, Magdalena (Provincia de Buenos Aires).
Mi llegada la escuela se realizó a la nochecita. Me sentía muy angustiada pero trataba de disimularlo.
Nos recibió una monjita que hizo que me despidiera de mi padre y me llevó hasta la zona de los dormitorios para que dejara mi maleta y de allí nos trasladamos al comedor.
En aquel lugar se cenaba a las ocho. Cuando entré, cuatro mesas de unos dos metros de largo cada una, estaban dispuestas y algunas chicas ya estaban cenando. Previamente me explicaron cuál sería mi pequeño armario para guardar los utensillos personales; cada alumna tenía un pequeño armario con su llave.
Luego, con unos prestados, fui hasta una ventanita que daba a la cocina y me sirvieron algo que hoy no recuerdo. Junto a un pan y una fruta.
Era, más o menos, fines de febrero. Por ser muy tarde no acondicioné mi maleta. Sólo tomé mi camisón, mi cepillo de dientes y realicé la tarea que sería la de todos los días.
Una vez que ya todas estuvimos esperando al lado de la cama que nos asignaron, tomamos nuestras sábanas y frazadas, tendimos la misma y nos acostamos. La monjita celadora de la noche tenía su dormitorio en el mismo lugar que nosotros, pero cubierto alrededor por amplios cortinados azules. Hasta que todas nos dormíamos se paseaba de punta a punta por el gran salón, que tendría unos veinte metros de largo por ocho de ancho. Amplios y altos ventanales con cortinas blancas. En un extremo la repisa con la estatua de la virgen y un florerito y en el otro extremo un crucifijo. La monjita rezaba el rosario y todas le contestábamos.El salón en penumbras, alumbrado apenas por la luz que se filtraba del baño que estaba en un extremo. Aquella de nosotros que no tuviese rosario, la Hermana Rosita le facilitaba uno y se lo regalaba.
A lo lejos escuchábamos cómo los clubes cercanos tocaban su música de carnaval…
CONTINUARÁ…
No hay comentarios:
Publicar un comentario