Diego Lopez
1 h · Ciudad de Córdoba · Editado ·
Buenos días oficial… me he visto en la necesidad de acudir a este recinto para hacer una denuncia. La tristeza me está matando, tal vez no me quede tiempo… quizás la nostalgia sea el epitafio de mi tumba. Pero, ¿sabe qué? Debo declarar que me ultrajaron la esperanza, que me han hurtado los sueños. No busco culpables, ya no me es necesario un castigo, demasiado tiempo se me ha azotado con miradas, con dedos señalando mi existencia.
Necesito que una vez alguien me escuche… sí, si me abriera de piernas Usted dejaría de mirar la ventana bajo ese murmullo molesto que reniega de mi presencia. Sí, los políticos tampoco me oyen, hacen como si el mutismo cubriera mis labios, lo extraño es que más de una vez oí sus bocas vomitar placeres en jadeos clandestinos… peor aún, cuántas veces me nombraron como sus esposas al momento de penetrar sus inmundas vergüenzas. Ay oficial, usted parece buen muchacho, solo deseo me tome esta denuncia para que un puto papel certifique que algo de mí tiene valía. No tuve hijos porque vejaron mi cuerpo hasta que mis entrañas se pudrieron de quebrantos. Tantas lágrimas bañaron mis cobardías para marcharme, nadie me dio una mano, porque la vista mira primero… y lo que vieron no era decoro a los mandatos. Y caminé de día vagando este silencio, y me orlé de lujurias por las noches, para darle un poco de alegría al borracho, al juez, al abogado, al peón, al mecánico, al albañil… al oficial. No sabe cuántas marcas tiene mi sexo, mutilado de tanta daga hendiendo mierda. No sabe que mis palabras se fueron volviendo adustas, porque de dulce solo me queda la sangre en mis adentros. No sabe con qué vacío uno contempla la vida… clamando hasta el hartazgo un poco de muerte.
Hasta la fe quebrantó mis credos, el sacerdote me mira con ojos del pecado, como si el infierno danzara en mis respiros. Lo extraño es que mi compañera ha visto el tridente del cura más de una vez. Y vio oficial que acá para que el muchacho se haga hombre, tiene que debutar en un burdel, ya en mis años, he sido la primera mujer de dos o tres generaciones. Pensamientos raros los de esta sociedad… donde las prostitutas no van al cielo, pero sí los que condonan culpas con diezmos. Ay oficial, se me hace tarde y allá la noche vale oro vio… todavía tiemblo por el hedor de alientos nauseabundos, o de suciedad viciando mis eternas sombras… Lo malo es que tanta tristeza en un momento se vuelve costumbre.
Gracias por tomarme esta denuncia oficial. Yo sé que la esperanza ya no me será devuelta, pero por lo menos que alguien sepa la extraño, que no la abandoné a su suerte… me la robaron.
Ah por favor firme esta súplica… como María, la puta del pueblo.
Diego López
No hay comentarios:
Publicar un comentario