"...hay cuentos que son poemas.Comentario: no es el título del cuento
Diego Lopez
3 h ·
Ella besaba la postrimería de su vida, anclada en un asilo olvidado del mundo como su familia la había olvidado. Tal vez la tristeza se le hacía carne, entre tanto la soledad devoraba sus días en la penumbra de sus ojos. En estos pasillos de una muerte respirando nostálgicos ventanales… unos ojos le devolvieron la esperanza. Pues poco a poco se fue enamorando en silencio de ese muchacho tres décadas más joven que ella. Pero las arrugas surcando su rostro, parecían desdibujarse cuando él le susurraba versos del alma. Su cuerpo volvía a respirar quimeras adormecidas, no era otra cosa que un despertar del amor. Tal vez su corazón anclado en instantes se podía dar otra oportunidad… sobre todo, cuando el muchacho se atrevió a besar sus labios en el silencio de los amantes sin tiempos.
Él la había visto nacer pues era la hija de su mejor amigo, los separaban una gran cantidad de años. Pero la irreverencia de la niña, siempre había obrado de mágica alquimia en sus ojos. Pasaron los años y la pequeña que jugaba en sus faldas en el pasado, se había vuelo en mujer. Hacía mucho no la veía, él estaba dolientemente casado, sin hijos y a punto de divorciarse. Dicen que por algo suceden las cosas… pues en el instante que se reencontraron el amor despertó como si hubiese estado aletargado tantos años. Pues en el instante que se reencontraron, el amor se volvió presente y futuro, destino escrito y por reescribir… sin tiempos.
Ella caminaba de prisa como temerosa de la penumbra que ofrendaba la noche. Una larga jornada de trabajo le pesaba sobre las espaldas, tal vez no tanto como la soledad sobre sus hombros. Una tormenta anunciaba su cobijo en cada centella besando el firmamento. Las primeras gotas acariciaron el asfalto y la lluvia se volvió constante. Se refugió bajo un alero de una casa anónima en la calle principal. De pronto otra muchacha se unió a su misma suerte, pues ambas estaban impregnadas de agua como humedecidas de esperanzas. Permanecieron en silencio un momento hasta que un tímido diálogo rompió el hielo. Un relámpago irrumpió la negrura en el cielo en el mismo instante en que sus miradas se cruzaron. Amalgama de sentires, sensaciones encontradas, reprimidas emociones… todo emergió como erupciones de un volcán pernoctado. Y el amor se volvió rostro en un primer encuentro… sin tiempos.
Él era el excéntrico miembro de una familia adinerada y bien posicionada en la sociedad. Éxito era su condición natural para con la vida y todo lo que emprendía brillaba como la mutación del carbón a diamante. Ella sostenía cada lágrima hilvanando su ristra de rosarios nostálgicos por una historia de vida. Fracaso era una palabra que no conocía pero que respiraba a diario, su pobreza era en sentimientos tanto como en lo tangible. Ella no sabía de amores hasta que se encontraron los dos, uno por diversión y otro por sustento. Ella en otro tiempo había sido hombre, él en otros tiempos no sabía que los sentimientos a veces no se explican. Él no sabía de amores… hasta que se encontraron para siempre… sin tiempos.
Él amaba su forma de ser desde cuando eran pequeños, habían sido separados desde pequeños por esas extrañas anomalías de las sociedades, las normas. Él tenía la certeza de que tarde o temprano en alguna vuelta de la vida se volverían a encontrar. La vejez besó sus labios antes que ambos pudieran proferirse el beso extraviado. Él lo amaba desde sus primeros instantes juntos, y él lo amaba desde que se conocieron bajo el sortilegio de una primavera inolvidable. Y allí en un cementerio olvidado donde la vida se escabulle entre silencios… él depositó un par de jazmines sobre una lápida dormida. Una lágrima rodó por un peregrinaje hastiado… hasta el reencuentro. Amó la muerte porque en breve lo besaría… sin tiempos.
Título: HISTORIAS COMUNES, HISTORIAS DIFERENTES
Autor: Diego López (Argentina)
Imagen tomada de la red
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