Ella y VIVALDI…
Los pies levantan vuelo. El alma se trasporta hacia el infinito, jugando, saltando, vibrando…
De pronto ella se detiene como si un duende misterioso le hiciese señas.
Baja el murmullo de sus pies al pasar sobre lo verde. El agua pasa y no se detiene. Las flores se yerguen como escuchando.
Desciende despacito y posa su humanidad sobre la hierba. Cruza sus piernas como buda y le parece escuchar un secreto que le hace cosquillas en el oído; cierra sus ojos, cubre su cara y le parece que alguien acaricia su pelo.
Queda como hipnotizada. La música parece escucharse a lo lejos, pero nunca se pierde…Acompaña la suavidad de la brisa.
De pronto todo cesa para comenzar de nuevo algo más nítido y sonoro. Toma su cabeza y la caricia ha desaparecido. Seguramente se puso celosa por observar que ella nunca deja de oír la sublime música que viene por entre los árboles, se instala en su corazón y allí se queda…
Se recuesta en el suave colchón de hojas y sueña despierta…
Airosa como pavoneándose un ave quiere participar…Y lo hace. Lo logra.
El ave le habla de amor al oído y le explica que nunca sale por ahí a contar sus secretos, pero en esta oportunidad está en brazos de la magia y va enamorarse de ella…
Quiere abrir sus ojos emocionada, pero algo se lo impide. Son unos labios suaves que se posan en su boca, pero no le permiten mirar. Espera acatando el mandato divino
¿Puede la música obtener del alma tanta realidad envuelta en magia?
La música parece caminar ligerito y contestarle.
Sonríe. ¡Ya no más esta tratando de despertarme! No lo logra porque los sueños y la música son pareja ahora.
Aman y desparraman su amor por el mundo. ¡Qué poco importan sus pasos al lado de tanta maravilla!
Miles de sonidos parecen sonreír y escapar.
Intenta tomarlos para retenerlos pero el sol le acaba de dar en la cara y la ciega. No puede escuchar porque el sonido se ha bajado de manera imprevista. Lo da por terminado, se incorpora como queriendo perpetuar el momento.
Sin embargo la música no se ha ido…
Vive en el corazón de la mujer que supo atesorarla en los sueños. Cada segundo es diferente al otro porque las almas solo le asoman a quien sabe evocarlas y solamente con la música de los dioses.
Desde ese día y todos los siguientes ella nunca más está sola porque una melodía magnífica de sonidos celestiales, bajos y altos, de negros y blancos, de asombro y certeza, de vida mas allá de la muerte la llevan de la mano de sus utopías que marcan el ritmo con llanto, sonrisas y corcheas.
Si la música habla y se escucha es porque los sonidos tienen el poder de reinar en la naturaleza.
Detrás de un sonido, de una melodía, hay un alma que interpreta, un ángel que guía y un infinito que se manifiesta.
Cuando me llegue el instante de la muerte mi último sueño sería escuchar los sonidos que fluyen de las manos maravillosas de intérpretes como VIVALDI y así saber que el cielo me está esperando.
Cuando me llegue el instante de la muerte habrá también un recuerdo, una ternura, una palabra y un te quiero que me dirán adiós…
AMPARO.ES 04/03/2016 Derechos Reservados de Autor (Amparo Estévez Saviza)
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