Noche cerrada
La arena golpeaba con fuerza mi torso desnudo, la brisa salada del mar lo inundaba todo, las Pléyades, allá en lo alto, eran mudas testigos de lo que iba a ocurrir. Las olas rompían furiosamente y apenas se distinguía el horizonte detrás del paño negro salpicado de estrellas. Lo había meditado mucho y ahora había tomado una decisión. Miré la magnificencia del firmamento y comencé a caminar hacia el agua que lentamente, ola tras ola, iba cubriendo todo mi cuerpo. De repente, una luz blanca con potencia sobrenatural me dejó paralizado y vi el rostro de mi madre que me decía: -¿Diego… que estás haciendo? Otra vez te metiste a la bañera dormido… Una vez no voy a escucharte y te vas a ahogar… Quizá la próxima vez…
Daniel Navarro Estévez
La Plata- ARGENTINA-JUNIO 2014
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