¡¡¡GRACIAS POR ESTAR SIEMPRE!!!

¡¡¡GRACIAS POR ESTAR SIEMPRE!!!
AUTORA-AmPaRo EsTeVeZ SaViZa
Powered By Blogger

visitas del día

Vistas de página en total

Amparo Estévez Saviza

Mi foto
Considero que un espacio interactivo debe servir para comunicar, compartir y pasar momentos agradables que nos ayuden a pensar la vida como bella y en este caso específico a conocer a los escritores y poetas que en todo momento transbordan vidas diversas arte y sueños a nuestro corazón...

miércoles, 15 de enero de 2014

Título: HOSPICIO Autor: Diego López - (El cuento corto) - Contemporáneo






Diego Lopez
Hace 14 horas ·
Eran cerca de las cinco de la mañana y el ruido propio del silencio no lo dejaba dormir. Se sentó en la cama buscó entre la penumbra lo que restaba de su ropa mientras se colocaba las viejas pantuflas negras. EL frío invierno se colaba entre las hendijas del ventanal que para esa época había resistido tanta ventisca como años de sus comensales. La luz del pasillo estaba encendida así que se encaminó hacia el patio trasero a fumarse un cigarro… en escondidas pues si lo descubrían le iba a costar cara la travesura. Se sentó en el banco de piedra al borde del pequeño jardín, y mientras el cigarro se consumía sus ojos buscaron el beso del amanecer. Es irónica la vida, pues a veces se consume tan rápido como un cigarrillo y cuando queremos ver… solo resta el despojo de lo que no se puede disfrutar. Su manos se refregaban unas con otras para que el calor del roce no las entumeciera… había lágrimas en su mirada, pero el cruel invierno las escarchaba como no permitiendo que nacieran. Tantas madrugadas, tantos bancos, tantos cigarrillos, tantas manos vacías, tantas lágrimas en la vida de Omar… como si una parte de él estuviese extinta.

Los recovecos del destino lo habían depositado allí hacia una década. Se resistió al principio, lloró después y por último se fue acostumbrando a esa prisión con cara de asilo… a ese asilo con cara de prisión. La vejez ya cojeaba sus instantes y un bastón acumulando años le oficiaban de soporte. No había perdido ese brillo en la mirada ni esa sonrisa en sus labios… no, no había perdido ese encanto seductor de otrora, de siempre. De todos modos, había aprendido a ocultar el dolor detrás de sus chistes y relatos de tantas travesías. Si, estaba solo en el mundo, su jubilación alcanzaba para pagar la estadía en el hospicio. Atrás, muy atrás quedaba en su memoria una cuenta pendiente, pero delante contemplaba la muerte acercarse cada día un trecho más.

El sonido de una sirena propio de las ambulancias lo volvieron del letargo en que lo había colocado el tiempo. Omar se enderezó como pudo, tullido ya estaba su cuerpo. Se encaminó hasta la sala, porque entendió alguien estaba partiendo. Efectivamente, la muerte besó sensualmente los labios de Margarita, una anciana que había perdido la cordura en manos del Alzheimer... no sufrió por suerte, como si terminar los días en un asilo no fuera condena al sufrimiento más cruel. Y como todo era negocio, sobre todo las postrimerías de una vida… quedaba un lugar vacío para el beso de la muerte. Así que era cuestión de horas o días para que se atiborrara de alguna nueva historia. Efectivamente una semana después golpeó a la puerta y por sus propios medios para quedarse… como esperando el remanso eterno.

Siempre generaba un poco de curiosidad quienes arribaban, bueno los que eran conscientes de sus actos y podían aún gozar de su independencia… Setenta años era un número interesante para la vida de Omar, no así para las enfermeras que debían atenderlo. Despacito se acercó a la sala para anoticiarse de quien había arribado en lugar de Margarita. Y a veces la vida tiene ese instante mágico que solo algunos logran disfrutarlo. Omar cruzó miradas y el tiempo se detuvo. Esta vez las lágrimas brotaron como la crecida desbarranca los ríos, sin cauce… sin tiempos. El silencio inundó la sala como pidiendo el abrazo se concretara. Sí efectivamente se conocían, se habían perdido, se habían buscado, se habían amado, se habían herido… pero siempre supieron que habría reencuentro. Una mano sostuvo la otra, un beso acarició los recuerdos entumecidos de llantos… y lloraron entre sonrisas, sin palabras porque no fueron necesarias. Las almas comulgan su propio lenguaje… el amor que siempre renace, como flama que no se extingue. Y ese día fue completamente de ellos, se sentaron en el banco de piedra sobre el pequeño jardín… y con las manos tomadas se hablaron la vida que no pudieron compartir, se contaron las heridas que ocasiones las ausencias, se lamentaron la muerte de los amores peregrinos, se besaron en las miradas con la complicidad de la luna… que sabe de amantes. Aquellos que han sido destinados… caminaran valles y desiertos, mares y montañas… eras y vidas, pero siempre el destino los volverá a encontrar… La primavera parecía florecer todo en derredor, como si la vida permitiera benévolamente que el ocaso de los amantes fuera digno un amor de leyenda.

Y el tiempo que se obstina en querer separar los amores perpetuos, una vez más se ensuciaba las manos con la gélida muerte para arrebatar felicidad. Omar siempre fue visionario y entendía nuevamente quedaría un lugar vacío en el hospicio… comprendió el destino jugaba a las distancias una vez más… Hay pactos silenciosos, hay pactos que se perdonan, hay pactos que se cumplen, hay pactos de amor… Escribió una carta en nombre de dos, en nombre de un sentimiento que necesitaba tornarse eterno. Y a las cinco de la mañana, cuando el alba aún pernoctaba… se tomaron de las manos… un beso en los labios les devolvió la juventud perdida… y marcharon sin prisas hacia el oleaje del tiempo donde habitan las sirenas, donde las caracolas entonan su música. Y marchó Omar sosteniendo las manos de Augusto… y partieron ambos donde Alfonsina les escriba un último verso de mar.

Título: HOSPICIO
Autor: Diego López
Imagen tomada de la red

No hay comentarios:

Publicar un comentario