¡Ah lucero!, tú perdiste
También tu puro fulgor,
Y lloraste;
También como yo sufriste,
Y el crudo arpón del dolor
¡Ay!, probaste.
¡Infeliz! ¿Por qué volví
De mis sueños de ventura
Para hallar
Luto y tinieblas en ti,
Y lágrimas de amargura
Que enjugar?
Pero tú conmigo lloras,
Que eres el ángel caído
Del dolor,
Y piedad llorando imploras,
Y recuerdas tu perdido
Resplandor.
Lucero, si mi quebranto
Oyes, y sufres cual yo,
¡Ay!, juntemos
Nuestras quejas, nuestro llanto:
Pues nuestra gloria pasó,
Juntos lloremos.
Mas hoy miro tu luz casi apagada,
Y un vago padecer mi pecho siente:
Que está mi alma de sufrir cansada,
Seca ya de las lágrimas la fuente.
¡Quién sabe!... tú recobrarás acaso
Otra vez tu pasado resplandor,
A ti tal vez te anunciará tu ocaso
Un oriente más puro que el del sol.
A mí tan solo penas y amargura
Me quedan en el valle de la vida;
Como un sueño pasó mi infancia pura,
Se agosta ya mi juventud florida.
Astro sé tú de candidez y amores
Para el que luz te preste en su ilusión,
Y ornado el porvenir de blancas flores,
Sienta latir de amor su corazón.
Yo indiferente sigo mi camino
A merced de los vientos y la mar,
Y entregado, en los brazos del destino,
Ni me importa salvarme o zozobrar.
José de Espronceda
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