Diego Lopez
Temblaba agónica, la rosa que era acariciada por la fría escarcha del cruento invierno. Sus pétalos yacían en el suelo, como pisoteados por el tiempo. Sus espinas abrazaban las lágrimas dolientes de la noche dolida. La grama que también era cobijada por la nívea bruma la contempló y le susurro:
-Puede el invierno de una vida entumecer cada parte de tu alma… pero siempre arriba la primavera, vestida de esperanza.
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