Antonio Jurado Rivera
Que misterioso atractivo ejerce en mí el cementerio
todo son cruces y tumbas, retratos, nichos, silencio.
Cuantas miles de ilusiones cortadas de un solo tajo
se perdieron para siempre tras el último agasajo.
Nadie diría que allí duermen dentro de un sobrio ataúd
las cenizas polvorientas de una excelente salud.
Pocos vivos con conciencia piensan en serio en la muerte
nadie se siente morir, todos confían en su suerte.
En algún rincón perdido de este triste camposanto
habrá una cruz pequeñita que diga: estoy descansando.
Los cipreses, silenciosos presiden paseos y aceras
y las coronas, ajadas expresan gloria efímera.
Solitarios todo el año con la muerte en su interior
los cementerios recuerdan que la vida es ilusión.
Que no todo es tan perfecto, que todo tiene su fin
y todos, ricos y pobres, irán a parar allí.
Los ricos en panteones, bellas estatuas y flores
los pobres, nichos colmena, codo con codo, a montones.
A todos nos llega el día de reposar para siempre
es la única verdad que la vida nos ofrece.
Allí yacen los problemas que en unos cuerpos inertes
dejaron los pensamientos cuando los llegó la muerte.
Y no debe darnos miedo, la muerte es tan solo eso,
dejar de vivir de pronto antes del último beso.
Algún verso en una lápida explicará a los vivientes
que la vida es solo un soplo y una eternidad la muerte.
A lo lejos, en un nicho bajo una foto cuadrada
una frase que hace historia de la persona enterrada :
“Aquí yace solo el cuerpo, el espíritu está libre
ya que el cuerpo es solo polvo y el alma vaga impasible”
Fechas del triste suceso y héroes junto a cobardes
durmiendo el eterno sueño bajo los gélidos mármoles.
De los cipreses la sombra misteriosa y ancestral
eleva hacia el alto cielo el silencio sepulcral.
Antonio Jurado - España 1984
© Derechos reservados
Este poema lo podéis encontrar en la página 93 de mi libro titulado "Por el brillo de sus ojos", de Editorial Palibrio.
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