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Amparo Estévez Saviza

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Considero que un espacio interactivo debe servir para comunicar, compartir y pasar momentos agradables que nos ayuden a pensar la vida como bella y en este caso específico a conocer a los escritores y poetas que en todo momento transbordan vidas diversas arte y sueños a nuestro corazón...

viernes, 27 de septiembre de 2013

Aporte de MARTÍN GALÁN-16 AÑOS-Colegio Nacional Rafael Hernandez




DE LAS ÉPOCAS DE MI ABUELO…

Recordando a mi abuelo HORACIO NAVARRO, descubrí algo que una vez escribí cuando tendría
unos diez años.
Mi abuelo siempre nos contaba su historia más feliz. Esa historia tenía que ver con la
época en que era GRANADERO. Ustedes ya saben, en ese momento los que tenían veinte años hacían (La colimba) jaja- Era El Servicio Militar Obligatorio. A él le tocó en Granaderos porque era alto. Había que medir más de un metro setenta. Uno de sus cuentos favoritos y que a nosotros más nos gustaba era que cuando entró le preguntaron si sabía andar a caballo y dijo que sí porque le gustaba estar ahí. Lo gracioso fue que un día lo hicieron montar y ni bien el cabello caminó rápido se cayó. Imaginensé la risa de todos sus compañeros y lo aplaudieron también. Al fin como para eso no servía y había estudiado en el Carlos Pellegrini, que dicen le hacían hacer caligrafía y letras góticas, lo mandaron al DETAL, que es una oficina que hace diplomas y esas cosas. Además hacía de correo que dice en el ejército se llama CHASQUI.
Nos contaba también que el era muy flaquito y a todos le ponían un almohadón en el pecho, debajo del uniforme de gala para que se vean más elegantes.
Mi abuela cuenta que un día los dejaron salir con ese uniforme y ella tenía vergüenza de viajar con él porque todos los miraban.
La historia del Regimiento no se las cuento porque es larga y lo fundó el General San Martín cuando cruzó los Andes en su misión libertadora.
Mi abuelo era correo, digamos, que se llamaba CHASQUI y les cuento lo que nos relataba y nosotros, los nietos re atentos…
Si hoy se declarara la Independencia, lo sabríamos al instante. Siguiendo la información en directo por televisión, radio o Internet, todos los argentinos gritaríamos juntos “¡¡Viva la Patria!!”, y al día siguiente saldría en la tapa de todos los diarios. Pero en 1816, dar a conocer la noticia era toda una aventura, y transportar los documentos oficiales más aún.
Cuando los diputados reunidos en Tucumán declararon la Independencia, eligieron a un oficial porteño (ayudante mayor del regimiento 8) para que fuera el mensajero: debía transportar los documentos de la Independencia hasta Buenos Aires. Se llamaba Grimau, tenía apenas 21 años, y partió solo, a caballo y sin nadie que lo acompañara. Era el chasqui de la Independencia.
Cuando llegó a la ciudad de Córdoba, decidió hacer un alto en el camino, para recargar energías y que descansara su caballo. El gobernador cordobés,un yal Díaz, que estaba peleado con los de Buenos Aires, le ofreció que un soldado lo acompañara. Y Grimau aceptó, aunque de mucho no servía, porque él tenía apenas un sable roto para defenderse, y el soldado iría desarmado.

Recuerdo y me olvidé de decirles que la palabra CHASQUI viene de los aborígenes...

A poco de reiniciado el viaje, Grimau y su compañero se toparon con tres hombres, al mando de “El Inglés” , soldado de Artigas. El chasqui de la Independencia desconfiaba del trío que se le había aparecido en medio de la nada, pero ellos le explicaron que llevaban correspondencia del gobernador de Córdoba para Artigas y los dos grupos continuaron su marcha juntos.
En la mañana, todavía yendo por los caminos de la provincia de Córdoba por el camino, los jinetes se toparon con una galera. En ella viajaba del CORRO, diputado cordobés que llevaba una escolta personal de seis hombres armados. ¡El diputado tenía más custodia que las Actas de la Independencia!
El Inglés y Del Corro hablaron a solas. Mientras tanto, Grimau se bajó del caballo y se alejó del camino para atender ciertos asuntos que a todos nos tocan en los viajes. En eso estaba el chasqui de la Independencia cuando El Inglés le puso un trabuco en la espalda –mientras otro lo amenazaba con un facón– y le ordenó que entregara todos los papeles que llevaba. Ejecutado el robo, El Inglés y sus secuaces huyeron, con las actas en su poder.
Y así les conté de mi abuelo que está en el cielo- Espero les haya gustado…

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